Hace casi treinta años decidió emprender su viaje a Costa Rica, en busca de un trabajito que le permitiera mantener a su familia en Nicaragua. Pero esas tres décadas en Tiquicia han estado marcadas por aventuras, momentos difíciles y otros de mucha alegría.
María Ramos Herrera cruzó varias veces la frontera. Esta mujer pulseadora venía indocumentada por lo que vivió de todo hasta llegar al que se convertiría en su pueblo querido y amado, San Roque de Grecia.
De hecho, en esta comunidad prácticamente nadie la conoce por su nombre, porque ella se fue ganando el cariño de muchos vecinos, quienes le dicen Chayo o Chayito.
Cerca de cumplir cincuenta años, Chayito trabaja en varias casas donde se encarga de la limpieza, por cierto, ese fue el primer trabajito que encontró en nuestro país.
También tuvo una chambita en una tienda en San José, luego regresó a las labores domésticas y durante dos años estuvo en una empresa en Poás de Alajuela.
“Al inicio me costó mucho adaptarme a otro país. También fue difícil encontrar trabajo, cuando me vine no traía documentos y fui haciendo amistades en el pueblo al que llegué, me fueron conociendo y fui consiguiendo trabajo, por dicha”, contó esta madre de dos mujeres.
Con más de la mitad de su vida en suelo tico, ella se siente como en casa, incluso ya cuenta con cédula de residencia.
“Costa Rica es mi segunda casa, he vivido aquí más años que en Nicaragua. Cuando me vine tenía veinte años y aquí he pasado casi treinta.
“Amo Costa Rica y me llevo superbién con los ticos, con las personas que me aprecian, me conoce todo el mundo y tengo muchas amistades”, expresó.
Camino complicado.
Su sueño de una mejor vida no fue nada fácil de alcanzar. En las primeras ocasiones que pasó la frontera afrontó más de una calamidad, como tener que pedir comida porque ya venían sin platita o que la devolvieran a su país.
“Pasé cada tragedia cuando venía indocumentada, pidiendo comida regalada, los policías me agarraron dos veces y me devolvieron. Una vez vine con varios primos y amigas, caminamos toda la noche, yo traía los pies llenos de ampollas. Llegamos a una casa y dizque íbamos a cocinar, en eso llegó la policía y nos agarraron a casi todos”, recordó Chayito.
Esa vez los devolvieron a San Carlos de Nicaragua. Ella no quiso darse por vencida y empeñó una cadena de oro para pagar otra vez la lancha que los acercaba al punto fronterizo.
“Por eso venía sin dinero y pedía comida, no me daba pena. Le decía a una señora que estábamos con mucha hambre porque habíamos caminado cuatro días. Le ofrecía ayuda en la casa y así nos regalaban aunque fuera tortillas con sal”.
Para ella, ver hacia atrás y recordar esos momentos tan complicados la hacen valorar aún más su nueva vida en San Roque de Grecia, donde alquila un cuartito.
“Adoro a la gente de mi pueblo en Grecia. Cuando he estado enferma por cáncer o sin trabajo me han regalado diarios. Han hecho rifas y me ayudan a vender números para pagar el alquiler y las medicinas. Hay muchas personas que me aprecian de corazón”, expresó Chayito, con total tono de agradecimiento.
Familia repartida.
Si algo extraña de su país es la familia que sigue en Nicaragua, donde vive una de sus dos hijas. Allá, en tierras pinoleras, tiene dos nietos a los que tiene más de un año de no visitar: Andy José, de 13 años ; y Solange, de 12.
“No se imagina cuánto los extraño, hablo por teléfono con ellos, pero no es igual. La esperanza es ir en diciembre para verlos de nuevo”.
En su país natal también viven familiares paternos, como tíos y primos, mientras que la familia de su mamá es de Honduras. En nuestro país su familiar más cercano es la otra hija y su esposo, quienes viven en San José.
A como puede, saca la platita de los pases para ir los fines de semana a darles una vueltita. Más ahora, que tiene un motivo extra para sentirse feliz en suelo tico: mientras la entrevistábamos ella esperaba noticias de su hija, que estaba a punto de dar a luz.
Noah Enrique, el nietito de Chayo, nació la tarde del jueves 24 de agosto. El viernes, apenas terminó de trabajar, salió disparada a la capital, para conocer al bebecito, un motivo más para amar a Costa Rica.