La empresa transnacional Chiquita, exportadora de banano y piña, cerró operaciones portuarias en Limón el pasado mes de marzo, dejando a 172 personas sin empleo.
Este fue solo uno de los cierres de operaciones de varias empresas privadas, tras la entrada en funcionamiento de la nueva terminal de contenedores en Moín, lo que llevó a la provincia caribeña a vivir un año 2019 desolador en materia laboral, con unos 470 despidos de estas compañías y luego cientos más en Japdeva.
Esas personas son parte de la triste suma de 278 mil desempleados con la que acabamos este año. 173.780 llevan menos de tres meses buscando brete, 59.223 tienen entre tres meses y un año en eso, mientras que 45.105 llevan más de un año sin recibir salario.
Rudo testimonio
Uno de los trabajadores afectados fue Ovidio Jara, quien por 20 años trabajó para Chiquita, primero como oficial de seguridad y luego como digitador de labores diarias.
Él puntualmente recibió su aguinaldo por 20 años, pero en este 2019 ya no le llegó, por lo que dice que esta es una Navidad que vive entre lágrimas.
“Yo trabajé fielmente, de forma honrada y responsable, durante 20 años. Un sábado, que era el cierre, el jefe me dijo: ‘Váyase a las 3 de la tarde’ y yo le respondí: ‘pero tengo que cerrar (los reportes)’, me respondió: ‘cierra el lunes’.
"Cuando llegué el lunes había otros guardas, el portón tenía candado y me dijeron que no podía pasar. ¿Se imagina que después de 20 años de entrar por ese portón de un día para otro me prohíban entrar? Uno siente algo tan horrible, como si fuera un ladrón. Yo anhelaba pensionarme con esa compañía”, indicó Jara.
Luego de siete meses de desempleo, don Ovidio reconoce que este es el diciembre más rudo que ha enfrentado junto con su familia.
“Esta Navidad la estamos pasando en medio de lágrimas, sin aguinaldo, sin vacaciones, ni un incentivo de la asociación porque más bien me deben un millón y medio de colones ya que quebró. Es muy duro, no tengo ni para comprarle un regalo a mi hija de 15 años, ni un par de zapatos”, agregó.
Asegura que de la liquidación solo que quedan “unos centavos” para mantenerse unos cuantos meses.
“Compramos lo mínimo de comida, comemos como pobres. Corté la mayoría de servicios, como el cable, el teléfono de la casa, le pongo carga al celular cuando puedo, con costos pago la luz. Lo más duro es que mi hija de 15 años está estudiando, va para cuarto año y mi pensión es incierta”, dijo.
Jara sostiene que están agarrados de la mano de Dios.
"Él no deja que las aves del campo se mueran de hambre, pero sí es duro. Yo lo que más le pido es estar pensionado algún día para no molestar a nadie”, comentó con la voz quebrada.
“Da depresión y dolor que la compañía me echara a la calle año y medio antes de pensionarme. Yo tengo 60 años, he estado buscando trabajo y ha sido imposible, yo creo que es por la edad. He enviado currículums como a seis empresas de seguridad, pero la gente lo ve a uno como un inútil, aunque uno no es así, cuando usted tiene 60 años piensan que ya no sirve para nada”, opinó este limonense.
FUENTE: ENCUESTA CONTINUA DE EMPLEO DEL INEC III TRIMESTRE 2019 Y ENCUESTA DE OPINIÓN DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y ESTUDIOS POLÍTICOS (CIEP). || w. s. / LA teja.
Desesperación
Juan Fonseca, otro extrabajador de Chiquita, vive una situación muy similar.
Él fue técnico de reparación de estructuras (mantenimiento a los contenedores) durante 18 años en esa compañía.
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“A nosotros nos despidieron por un WhatsApp y mi vida cambió totalmente. Los que no tenemos casa propia y debemos alquilar, tenemos que pensar cómo pagar la casa y el alimento. Antes con el salario primero se pagaban las deudas y lo que quedaba se administraba, ahora vivimos el día a día, en una situación de inseguridad, en la que el dueño de la casa que alquila en cualquier momento nos recuerda que tenemos dos meses atrasados”, comentó.
A don Juan, este diciembre sin aguinaldo le sabe amargo.
“Vivo con un hija de 10 años en el centro de Limón. El día a día es algo fatal. Para estos tiempos navideños ya todos los compañeros de Chiquita teníamos nuestro aguinaldo y solventadas muchas situaciones. Ahora no hay nada, nada para estrenar, ni un regalo para mi hija, uno se siente frustrado de haber tenido y ahora no.
"A estas alturas, en años anteriores, ya teníamos la mudada de diciembre, a nosotros nos pagaban el aguinaldo del 5 al 7, la pasábamos bien, disfrutábamos de cosas que no podíamos comprar durante el año, íbamos a San José a pasear. Ahorita no tengo ni la plata para pagar la casa, no he cancelado el mes de diciembre. El dueño es benevolente, pero tarde o temprano se va a cansar”, comentó este hombre, quien asegura que su hija le pidió para diciembre una bicicleta y es frustrante decirle que no la podrá tener.
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Fonseca se la juega haciendo “camarones”, como pintar portones o chapear patios, porque indica que ha buscado trabajo fijo, pero cuando se dan cuenta que tiene 53 años, queda descartado, a pesar de tener experiencia en ferretería, montacargas y equipo especial.
Su liquidación se fue en pagar las deudas que tenía, que eran dos préstamos, uno de la universidad de la exesposa.
Ahora la ve rudo para pagar ¢120 mil de alquiler, la luz, el agua y la comida.
Agregó que lo más desesperante es no saber qué será de su futuro, ni el de su familia. Para rematar asegura que la situación en Limón está fatal. Allá, al igual que en la capital, los comercios están cerrando porque la gente ya no compra como antes.