Liz Segura Calderón dice que siente como si se estuviera reponiendo de un terremoto que le arrebató a dos de las personas que más amaba en el mundo, a su mamá, Grace Calderón, y a su hermano, Mario Segura.
Ellos dos murieron a causa del covid-19 el viernes 7 de mayo con solo 14 horas de diferencia y Liz aún se siente devastada por el dolor de la doble pérdida.
La allegada contó que aún no tienen claro cómo entró el covid a familia y quiere que su experiencia ayude a otras personas a hacer consciencia sobre el peligro de la pandemia.
“Mi mamá tenía 95 años y ella nunca salía de la casa, la cuidábamos muchísimo, vivía con mi hermano Mario, a la par de mi casa y a unos 700 metros de la casa de mi hermana Ana Grace. Todos en la familia nos contagiamos, a la mayoría nos dio solo como una gripe y así les empezó también a mi mamá y a Mario, pero con el pasar de los días, empezaron a oxigenar mal.
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“En pocos días tuvieron que internarlos en el hospital Calderón Guardia y entramos en una angustia tremenda. Un día antes de que murieran nos dijeron que mi mamá estaba mejorando y que mi hermano estaba estable, así que esa noche, por primera vez en varios días, nos fuimos a dormir un poquito más tranquilos, pero antes de que amaneciera nos cambió la vida a todos”, recordó dolida.
Liz dice que mientras sus seres queridos estuvieron internados hablaron con ellos por teléfono y les pidieron que lucharan para que volvieran a casa, pero la enfermedad fue más fuerte.
Llamada les quitó la paz
A las 4:40 a. m. del viernes 7 de mayor llamaron del hospital para avisarles que doña Grace había muerto.
“Era como una película de terror, ya para ese momento los demás nos habíamos recuperado del covid y cuando nos dijeron que mi mamá había fallecido, fue terrible, empezamos a pensar qué íbamos a hacer ahora porque ella era el centro y la alegría de la familia.
“Fuimos a recoger el cuerpo y lo llevamos a Montesacro, en San Francisco de Dos Ríos, nos dejaron tenerlo ahí dos horas y después lo sepultamos, todo fue tan rápido y tan doloroso. Cuando acabábamos de llegar a la casa nos llamaron para avisarnos que había muerto mi hermano y no lo podíamos creer, ¿qué más podía pasar? era el peor de los escenarios.
“Nos tocó esperar hasta el sábado para ir a reconocer el cuerpo y recogerlo, volvimos al mismo lugar donde sepultamos a mi mamá, era una pesadilla que dolía en el alma y sigue doliendo porque el vacío seguirá por siempre”, aseguró con voz quebrada.
Liz dice que aunque pasan los días, el dolor sigue siendo el mismo.
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“Cuando voy a la casa en la que vivían mi mamá y mi hermano camino por todo lado como buscándolos, hasta entro a los cuartos porque cuesta mucho creer que ya ellos no están y no volverán. Cuando veo las cosas de Mario recuerdo que nos cuidaba mucho a mi hermana y a mí, que le gustaba mucho cantar, que amaba a sus hijos sobre todas las cosas.
“El virus pasó por mi familia como un terremoto y apenas estamos tratando de levantar los escombros para tratar de seguir adelante, pero sabemos que ya nunca la vida será igual. No hay momento para desayunar o almorzar porque ni hambre le da a uno”, expresó.
Ella dice que está aferrada a Dios y trata de vivir un día a la vez, pidiendo fortaleza y paz.
Liz dice que luego de vivir esa amarga experiencia quiere darle a la gente un mensaje para que reflexione y no permita que el covid-19 los golpee tan fuerte como a ella y a su familia.
“No hay que descuidar ni un solo detalle porque el covid está en el aire y las personas que no creen que la pandemia sea real, están poniendo en riesgo sus vidas y las de las personas que aman”.