La tica Andrea Campos (Andrea Stroup según su nombre de casada) es un gran ejemplo de que con sacrificio, esfuerzo y perseverancia se pueden cumplir los sueños.
Ella nació en San José, pero desde muy pequeña se fue a vivir a Coto Brus; también vivió en Río Claro y Ciudad Neily.
Desde niña le gustaron los aviones porque amaba viajar, hasta pensó en ser aeromoza, pero la vida la sorprendió y ahora no solo trabaja con aviones, sino que ella es la que los pilota.
La costarricense está a punto de hacer historia, ya que en muy poco tiempo volará un enorme avión que es el mayor sueño de cualquier piloto.
Cuando Andrea tenía 15 años, su padrastro, Freddy Montes, la llevó a dar una vuela en avioneta a Golfito y ese viaje la marcó, ya que le quedó una espinita de que ella tenía que estudiar algo relacionado con la aviación, sin embargo, el sueño se fue apagando con el paso de los años, pero, lo que está para uno, está para uno.
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“Nunca pensé que pudiera lograr estudiar aviación porque las opciones en Costa Rica son muy limitadas y mi familia no tenía los recursos para que yo estudiara eso.
“Después de que terminé el colegio no sabía qué quería estudiar, agarré un año sabático y me fui a vivir a San José con una de mis compañeras del colegio, al final decidí estudiar Enfermería, saqué un préstamo en Conape y me fui a estudiar a la Universidad Adventista, en Alajuela, después me pasé a la Latina”.
Andrea cuenta que con del paso el tiempo se dio cuenta de que la Enfermería no era lo suyo, no lo disfrutaba, lo que sí le gustaba era el conocimiento que adquiría, pero la práctica no.
“Yo hacía campos clínicos en Alajuela, Heredia, en el hospital México también y no sentía una gran vocación, me llevaba bien con los pacientes, no era amargada ni nada por el estilo, pero no me sentía plena haciendo eso”, contó.
Luego, la joven trabajó en un centro de llamadas en Hatillo, mientras decidía qué hacer con su vida y decidió irse para Estados Unidos.
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Nuevo rumbo
A su llegada a Estados Unidos, la tica trató de darle una segunda oportunidad a la Enfermería y siguió estudiando eso, pero se terminó de convencer de que no era lo suyo.
Luego decidió darse una oportunidad con el sueño de niña y matriculó un vuelo de introducción en Nueva York y le encantó.
“Decidí sacar un préstamo y meterme de lleno a estudiar aviación, me matriculé en una escuela que se llama ATP Fligth School.
“Recuerdo que me gradué del curso un jueves y ya el viernes me estaban ofreciendo trabajo en esa misma escuela de aviación para contratarme como instructora. Eso fue en tiempos de pandemia”, contó.
Andrea tardó unos dos años en completar las horas de vuelo necesarias para pedir trabajo en una aerolínea y la contrató la empresa Republic Airways, que daba el servicio de vuelos a lo interno de Estados Unidos.
Luego Andrea se pasó a la aerolínea de carga Amerijet Internacional, donde los aviones eran más grandes y las rutas más complejas.
“Ya no solo volaba dentro de Estados Unidos, volaba al Caribe, Centroamérica y luego me dieron la línea de Alaska a China, Alaska-Corea. Para mí fue un reto muy grande porque jamás creía que iba a volar cruzando océanos”, manifestó.
Ese trabajo le permitió a Andrea conocer los osos polares, la muralla China, las auroras boreales y otro montón de cosas que atesora como grandes recuerdos.
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Enorme reto
Este año, esta valiente decidió emprender un nuevo reto y está a punto de conseguirlo. Se pasó a trabajar en la empresa Atlas Air Worldwide, que da el servicio de carga y de pasajeros, y muy pronto terminará de capacitarse para volar unos aviones enormes.
La capacitación se extendió por tres meses y el grupo era de 30 personas, de las cuales solo tres eran mujeres.
Andrea se certificó para volar un avión conocido como “The Queen of the Sky”, (en español: La Reina de los Cielos), algo que pocos pilotos logran.
“Es un avión muy clásico, muy elegante, grandote y me ilusiona mucho poder volarlo. Cuando piloto un avión siento una emoción grandísima, me parece mentira cuando paso sobre un aeropuerto pequeño y recuerdo que yo di clases en uno de esos y en aquel momento cuando veía pasar un avión grande me preguntaba ¿será que algún día podré volar uno de esos? Hace poco estaba sentada en un avioncito pidiéndole a Dios que me pusiera aquí donde estoy ahora.
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“Todo ha sido difícil y por eso lo valoro tanto, la gente tal vez cree que nací en cuna de oro, que tuve muchas oportunidades o que soy muy suertuda, pero no, yo soy de la zona sur del país, mi mamá fue mamá soltera por mucho tiempo, fui a un colegio público, saqué un préstamo para estudiar en Costa Rica y luego me vine para Estados Unidos, pero siempre ha sido un constante sacrificio para mejorar mi calidad de vida”, argumentó.
Andrea dice que gracias a Dios nunca se ha llevado un susto mientras vuela, pero asegura que a los pilotos los preparan para hacerle frente a cualquier eventualidad y les pasan haciendo evaluaciones constantemente.
La tica dice que cuando decidió estudiar aviación recibió muy malos comentarios de parte de personas cercanas, pero decidió ignorarlos y hoy sabe que esa fue la mejor decisión. Le bastó con el apoyo de sus seres más cercanos como el de su mamá, Jessica Campos, y el de su hermana, Jhuneysi Campos.
“No hay que dejar que eso le afecte a uno, muchos de mis familiares me hicieron comentarios sobre por qué iba a estudiar eso, que cómo se me ocurría. Algunos amigos también me hicieron esos comentarios”, recordó.