La muerte del estudiante del Liceo de Costa Rica Sebastián Díaz abrió las heridas de muchos exliceístas.
El menor de 12 años falleció atropellado por el tren el miércoles anterior, supuestamente porque se le lanzó por presión de otros estudiantes.
Varios exliceístas salieron a contar malas experiencias en su paso por el colegio ubicado en San José, y aseguraron que ser gay, bajito o algo tan simple como rondar el Colegio de Señoritas sin permiso es suficiente motivo para ser víctima de agresiones.
Estos exalumnos culpan a la cultura de demostrar quién es el más fuerte por la muerte de Sebastián y también la responsabilizan de algunos traumas con los que cargan muchos de los que pasaron por las aulas del Liceo.
LEA MÁS: (Video) Cámaras del Liceo de Costa Rica ayudarán a aclarar muerte de colegial atropellado por tren
Un gay entre un mar de machos
Uno de ellos es Israel Villalobos, quien ingresó al colegio porque era la tradición de la familia.
"Todos los hombres de la familia fueron a ese colegio, así que era normal que esa fuera la primera y única opción, aunque yo no quería", explicó Villalobos.
"Tuve una novia en séptimo año que conocía desde sexto de la escuela. Un día la fui a recoger al Colegio de Señoritas y estaba distraído, cuando me dí cuenta estaba rodeado por un montón de liceístas", recordó.
Villalobos cuenta que para tener una novia o recoger a alguien en el Colegio de Señoritas debían cumplir un reto que consistía en aguantar los golpes de los demás estudiantes sin llorar.
"A otros les quitaban los zapatos y los obligaban a darle una vuelta a la cuadra del Señoritas y cuando regresaban los zapatos no aparecían porque se los robaban o botaban a la basura", explicó Israel.
Pero la cosa para él no paró ahí, cuando estaba en octavo año se filtró una foto de él besando a otro muchacho y a partir de ese momento su situación se puso peor porque era un estudiante gay en un colegio de machos.
"Desde ese día el acoso fue peor porque me insultaban todos los días, me tenía que refugiar con mis únicas amigas, la bibliotecaria, la auxiliar administrativa y la encargada de la fotocopiadora para evitar las agresiones. Un día unos amigos me avisaron que me iban a pegar, mi mamá fue al liceo y como el director no le dio una solución decidió cambiarme a un colegio mixto", relató Villabos, quien dejó el Liceo de Costa Rica cuando estaba en noveno año.
La ley del más fuerte
Andrés Gutiérrez es un periodista que estuvo en el Liceo de Costa Rica entre 1995 y el año 2000, su experiencia en el colegio no es diferente a la de muchos exalumnos, sufrió bulliyng los dos primeros años debido a su baja estatura.
"De la embetunada del Día del Niño me salvé porque corría más rápido que los de años superiores, pero en algún momento me hicieron masilla o me agarraron a patadas", recordó Gutiérrez.
Asegura que las situaciones no se dan porque el colegio permita a los estudiantes agredirse sino porque tienen a 1000 muchachos peleando por el título de cuál es el más hombre, lo que hace imposible evitar que en algún momento se enfrenten.
"Cuando llegué a noveno era más grande y había echado cuerpo lo que me convertía en un blanco más difícil", aseguró.
Yo estudié en el Liceo de Costa Rica se lo que es el bullying constante, me lo hicieron y lo hice, ser Liceista es una raza rara, ay que pararse firme para no hacer estupideces en un colegio machista. Este muchacho demostró ser valiente y sus compañeros unos grandes cobardes.
— kmaleon (@miguelbgcr1) March 2, 2018
Miguel Benavides, quien estudió entre el 83 y el 86, también guarda en sus historias un factor común: era flaco y chiquito, lo que hacía fácil que se lo gorrearan.
Recuerda que le tocó resistir la calle de la amargura, "se ponían en fila a la derecha y a la izquierda, ahí uno recibía y daba golpes", explicó que la clave era no mostrar debilidad.
Además, cuenta que no se salvó de golpes y que lo metieran en una rueda para quitarle el bulto y hacerle "masilla", todo era parte de la forma en que algunos estudiantes se comportan, algo que le da mala fama al colegio.
Sin embargo, Benavides agradece mucho lo que vivió porque le ayudó a ser más fuerte y a enfrentar la vida, aunque concuerda con los que dicen que se debe intervenir el colegio para que no se pierda su legado a causa de una tragedia de la que aún no se tiene un responsable.