Monseñor Juan Miguel Castro de la diócesis de San Isidro de El General ascendió al cerro Chirripó esta semana para cumplir con un anhelo que le surgió desde hace diez meses cuando el naranjeño llegó a esta comunidad.
El 25 de enero de este año fue ordenado como el V obispo de dicha diócesis y como es tradicional en estos casos, cada obispo tiene su escudo episcopal. El suyo está dividido en cuatro partes: una tiene el signo Mariano, en otra el de la eucaristía, en otra a san Miguel por su nombre y la otra parte que eligió fueron los crestones del Chirripó.
“Cuando estuve buscando un signo que me identificara con la diócesis vi que los crestones eran un signo muy importante para toda Costa Rica y la zona y por eso los puse, pero al llegar aquí me empezaron a preguntar si ya los conocía y desde ahí mi meta fue subir para conocerlos”, explicó monseñor Castro.
Pero obviamente debía prepararse para cumplir con dicha misión, por eso comenzó a hacer caminatas en la montaña y se compró una caminadora.
“Hacía ejercicio media hora todos los días en la caminadora y bajé nueve kilos para subir el Chirripó. Los planes se retrasaron un mes debido al paso del huracán Julia”, compartió Castro.
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Dura subida
El obispo salió el pasado lunes a las 2 a.m., junto a cinco laicos que lo acompañaron. Se mantuvieron dos días allá y bajaron el jueves.
“Es un ascenso bastante duro, pero me sentí muy bien. El primer día llegamos a la base Crestones a 14,5 kilómetros de la carretera. El martes subimos al punto más alto del Chirripó, el día estaba más frío, lluvioso y ventoso, pero nada nos detuvo”, recordó el religioso.
Su intención siempre fue celebrar la eucaristía ahí, por lo que llevaba todo lo necesario para hacerlo y lo realizó a las 7:30 a.m.
“Fue una experiencia hermosa de Dios, dándole gracias a Él, poniendo todo en sus manos. Luego descansamos y nos tomamos algunas fotos. El miércoles subí a los crestones a conocerlos y fue impresionante llegar ahí. Me tomé algunas fotos para poner una en mi oficina”, continuó Castro.
Aseguró que mientras subían había neblina y lluvia, pero cuando llegaron arriba, como se lo pidió a Dios, se despejó y pudieron apreciar el paisaje.
Esta fue la primera vez en este siglo que un obispo celebró una misa en el Chirripó. Sin embargo, él fue el segundo en visitar el Chirripó, ya que en 1889, monseñor Bernardo Augusto Thiel (II obispo de Costa Rica) celebró tres misas el 24 de diciembre, aunque no se especifica en qué punto.
Otros sacerdotes sí han celebrado misas también.
No descarta la posibilidad de volver otro día.
“No hay duda que Costa Rica es un lugar muy hermoso y lugares que uno no conoce. La gran oportunidad que tuve de conocer las maravillas que uno se encuentra allá, son lugares en donde uno siente la presencia viva de Dios en medio de la naturaleza y de esa riqueza tan grande que hay de ríos, montaña, fauna... Es una oportunidad para agradecerle a Dios y aprovechar todo lo que tenemos en Costa Rica y cuidarla” compartió.
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El obispo aprovechó para orar por los ticos, pidiendo la bendición para el país y que siempre los valores morales, espirituales y humanos estén presentes en todo y que Dios siga siendo el centro de nuestras vidas y nos impulse a caminar.