Si bien desde que arrancó el mes de diciembre las familias comenzaron a planear sus tamaleadas, es en estos días cuando las personas tienen más tiempo libre para participar en esta tradicional actividad.
Por eso no se asuste si se encuentra unos filones en algún molino que esté cerca de su casa, pues estos comercios se convierten en piezas importantes en la elaboración de los tamales, bueno, al menos para las familias que los prefieren con masa hecha de maíz cascado.
Un equipo de La Teja se dio una vueltica por tres molinos ubicados en la provincia de Cartago, específicamente en Tres Ríos, de La Unión; barrio El Molino en el centro de la Vieja Metrópoli (25 metros norte de la bomba Piedra y Navarro) y otro en el cantón de Oreamuno.
El primero con el que conversamos fue con don Carlos Fonseca Angulo, propietario de La Mazorca. Su local está ubicado 25 metros al este de la unidad sanitaria de Tres Ríos y cuenta con 36 años de operación.
“Nosotros trabajamos todo el año, pero el mes de diciembre es buenísimo, porque la gente comienza con la tamaleada y se hacen unos filones de locos”, comentó con Carlos.
Lo que no se animó a calcular es la cantidad de personas que pueden llegar al día, solo atinó a decirnos que son muchísimas.
Eso sí, para esta época les toca madrugar porque abren desde las cinco de la mañana y hasta las cinco de la tarde, mientras que en los restantes 11 meses el horario es de 6:30 a.m. a 1 p.m.
En esos meses, además de la masa, también venden tortillas con queso y otros productos para sostenerse.
Otro secreto que aplican para sacar el negocio a flote es no abusarse con los precios, por eso cobra a mil colones el kilo de maíz molido.
El negocio lo manejan don Carlos, su esposa, Francisca Fernández, y sus dos hijas, Anilse Isabel y Evangelina Fonseca.
Extrita familiar
En el caso de Carlos Inces, la molida de maíz es una extrita familiar, pues solo se dedican a esa labor a partir del 15 de diciembre y por una semana. Ellos tienen su local en el centro de la Ciudad de las Brumas y tienen unos 50 años de dedicarse a esto.
Si este molino le queda más cerca puede ir de 4 a.m. a 3 p.m., pero si se le complica ese horario no se preocupe, puede tocarles el timbre y ahí le abren.
La llegada de gente es variada, pero va de unas 18 personas por día a unas 30.
“Nosotros nos dedicamos a esto como un hobby, para sacarle provecho a unos molinos que nos dieron como forma de pago”, contó Inces.
Lo que sí considera este brumoso es que la tradición de hacer tamales se ha ido perdiendo un poco, ya en las casas prefieren comprarlos ya hechos.
Quien sí mantiene la tradición es Alexánder Apú, un brumoso a quien nos encontramos moliendo el maíz para preparar las 150 piñas con la que se mandan sabroso este mes en su casa, pues desayunan, almuerzan y cenan tamales, pero también los comparten con familiares que llegan de visita.
“Nos gustan de maíz cascado porque el tamal sabe mejor y es más suave”, explicó Apú.