El misionero costarricense Roberto Ramírez Quesada regresó el pasado 16 de marzo a la frontera de Polonia con Ucrania para sumarse como voluntario, de apoyo material y espiritual, a los miles de refugiados ucranianos que pasan por alguno de los diez puestos fronterizos.
Ramírez salió de Ucrania tan solo horas antes de la invasión rusa (que inició el 24 de febrero), por orden de su congregación, a fin de resguardar su vida.
Roberto es ingeniero industrial, oriundo de Paraíso de Cartago y dice que es muy duro lo que está viviendo, pero que se deben hacer esfuerzos de todo tipo para llevar un poquito de alivio a estas personas, principalmente madres, niños y adultos mayores.
“Damos comida y otro tipo de ayudas. Yo hago figuras con globos para los niños, para distraerlos de esta tragedia y así las madres puedan aprovechar para hacer otras cosas, como cambiarles los pañales a los bebés. Es doloroso porque llegan quebrados emocionalmente”, aseguró el misionero tico.
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También colabora con funcionarios del gobierno polaco en lo que necesiten, en materia de ingreso a ese país o contribuyendo en los centros de refugiados.
“Estaré aquí hasta que Dios quiera y con la esperanza de poder volver a Ucrania, a colaborar con su reconstrucción”, afirmó el paraiseño.
La ciudad donde vivía Roberto sufrió varios ataques por parte de la aviación rusa, pero no quedó tan mal como otras que han sido destruidas totalmente.
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