Un matrimonio sarchiseño decora carretas y yugos entre el amor que se tienen entre sí, y a las pinturas, desde hace más de 25 años. Están muy orgullosos de lo que hacen y esperan que la tradición en la familia nunca se pierda.
Andrea Moreno y Wilson Bonilla son de Sarchí, cantón de Alajuela que es cuna de la artesanía y casa de la carreta típica.
Ellos se han consolidado como maestros pintores de carretas y yugos para bueyes.
Además, decoran artesanías y souvenirs de alta calidad, inspirados en los diseños típicos, ecológicos y los paisajes de Costa Rica.
El primero que comenzó ese arte fue el esposo, pues desde que estaba en el Colegio Técnico de Sarchí eligió la especialidad llamada “Artístico Utilitario“ que, básicamente, fue un técnico medio en decoración de carretas.
“Fue en el colegio donde le agarré el gusto a pintarlas. Le voy a confesar que por ahí no era el mejor pintor e incluso me tocaba comprar materiales de poca calidad por los precios, pero como me enamoré de este arte, fui perfeccionándolo.
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“Me ayudó mucho que después del cole, por ahí de 1994, comencé a trabajar, y lo hice por 23 años, en la Fábrica de Carretas Chavarría, una de las más famosas de Sarchí y ahí me consolidé como pintor de carretas y yugos”, comenta Wilson.
Andrea también laboró en la fábrica de los Chavarría. Después de trabajar para la fábrica durante el día, empezaron a hacer trabajitos propios, como 8 de la noche a la medianoche. Ya tenían un horario de trabajo bien montado, pero llegó la pandemia en el 2020 y se paseó en todo.
Emprender solitos
Al frenarse todo, pasar largas horas en la casa sin trabajar y como ya estaban casados, el matrimonio tomó la difícil decisión de tirarse al agua solitos, comenzar a emprender con todos los miedos que eso significa, sobre todo porque eran los dos al mismo tiempo pasando de empleados a emprendedores.
“Una vez que comenzamos, el trabajito no nos ha faltado. Hace 5 años se abrió una oportunidad en el Museo Nacional de dar un taller para enseñar a pintar rueditas de carreta y gustó mucho. Hasta la fecha lo hacemos y en el taller incluimos una pequeña historia de la carreta, de los yugos y del por qué de la pintura, además, de dichos y refranes costarricenses”, comenta Andrea, quien adornó los chances del 17 de marzo del año pasado en ocasión del Día del Artesano.
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El propio Museo Nacional anuncia el taller así: “Los participantes aprenderán sobre la importante tradición del boyeo y la carreta, declarados patrimonio de la humanidad. Además, aprenderán mediante una manualidad la manera de pintar las ruedas de las carretas, gracias a las instrucciones de los maestros pintores de carretas Wilson Bonilla y Andrea Moreno”.
“Siempre buscamos educar sobre la carreta y su decoración a través de la historia porque es fundamental mantener la tradición de la carreta y el boyero, ya que forman parte de nuestras raíces más ticas”, reconoce Andrea.
Nos confirma con mucho orgullo este matrimonio, que su arte seguirá muchos años adornando esas hermosas piezas, no solo porque aman lo que hacen sino porque entienden la importancia para la patria de esta tradición.
“Es bonito sentir que uno está sosteniendo una tradición de tantísimos años. Es un hecho que cada vez hay menos personas que se dedican a tiempo completo a este arte, por eso no podemos detenernos.
“No se puede permitir que la tradición se pierda, así como no se puede permitir que las generaciones futuras olviden de dónde vienen. Hay que mantener siempre las respuestas para preguntas como: ¿Cómo se jalaba el café cuando no había camiones? ¿Quiénes usaban carretas? ¿Para qué las usaban?”, advierte don Wilson. A este matrimonio puede contactarlo al 8864-0914.
Patrimonio Inmaterial
La carreta de bueyes ingresó en el 2005 a la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, según la Organización de Naciones Unidas (ONU).
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“La tradición de pintar y engalanar las carretas comenzó a principios del siglo XX. Originalmente, cada región de Costa Rica tenía su propio diseño, lo que permitía identificar el origen del boyero por los motivos pintados en las ruedas.
“A principios del siglo XX, flores, rostros y paisajes en miniatura empezaron aparecer al lado de los motivos que representaban estrellas puntiagudas. Se organizaron concursos anuales para premiar a los artistas más creativos, costumbre que aún perdura hoy día”, explica la ONU.