Ceneyda Corea después de comprar algo de arroz y frijoles para ella y sus dos hijos: Valentina y Matthew, tenía que hacer números para ver si quedaba alguito y darle a sus pequeños el gran lujo de comprarles un helado. No había para más, ella formaba parte del grupo de familias en pobreza extrema, según el IMAS.
Esta pulseadora, de 28 años, vendía candelas en Santa Cruz, Guanacaste, cargando en brazos a Matthew, su hijo menor, para poder llevar el sustento.
Muchas veces tuvo que pedir prestado para pagar la luz y el agua, y dependía de la ayuda de los papás de sus hijos y lo poco que lograba sacar con la venta de candelas.
A veces sacaba ¢48 mil al mes, si la venta era buena lograba ¢60 mil y con la ayuda de los papás de sus pequeños, que tampoco era fija, se la iba jugando.
Sus gastos fijos eran los 60 rojitos del cuarto, los recibos, lo que alcanzaba para comer y si quedaba alguito se iba en sus hijos, que hoy tienen 2 años y medio, y 5 años de edad.
Un día Ceneyda llegó a la sede del IMAS, en Santa Cruz, Guanacaste, a ofrecer sus candelas y llamó la atención de unas funcionarias a las que llaman gestoras.
“Me dijeron que eran productos muy curiosos y me pidieron los datos y que me iban a meter al Plan Puente porque era jefa de hogar con dos niños”, recordó. Y eso fue como encontrar la lámpara de Aladino.
Ceneyda lo que necesitaba más que frotar la lámpara era una oportunidad, un empujoncito.
Cuando el IMAS le dio seguimiento a su historia le dijeron que la incluirían en la red de cuido para que sus pequeños se quedaran allí mientras ella estudiaba algo en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA).
La cosa no fue tan sencilla. Tomó un curso de computación, le puso empeño, pero no se sentía cómoda, aquello no la llenaba.
"La gente va por llenarse de títulos, para poder decir después ‘vea lo tanto que hice’. Terminé computación y no quería ser así. En realidad no quería volver para no sentirme de esa forma, como ir por ir”.
Su hermana, Damaris Vega Treminio, fue quien la convenció de que siguiera capacitándose y cuando abrieron el curso de bisutería apartó un campito. Y allí se le prendió el bombillo y el entusiasmo a Ceneyda. Era un curso que combinaba la bisutería y el diseño.
Con lo que aprendió hizo collares, aretes, brazaletes, es decir, bisutería fina la que empezó a vender al punto de que hoy es un de las proveedoras de Duty Free, o tienda libre de impuestos, en el aeropuerto de Liberia, y aquí sí que despegó esta empunchada mamá.
“Ahora mis ventas son por internet y puse, junto con mi hermana, un pequeño bazar que se llama Korea’s Bazar (con K, inspirada en su apellido). A la gente le encanta nuestro trabajo, a cada feria que vamos es un éxito y la primera factura con Duty Free fue por $2.888 (¢1,7 millones aproximadamente)”. O sea...
Su mayor alegría es que ahora cuando sus hijos le piden un helado les puede dar el gusto sin pensar en la comida de ese día.
Puro talento
Priscila Elizondo es la funcionaria del IMAS de Santa Cruz que le puso el ojo a Ceneyda. El nombre de su puesto es cogestora social
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Elizondo explicó que le llamaron la atención las candelas que hacía, que era una madre sola y emprendedora, pero sin los recursos para explotar su talento.
“Fue a los talleres, se le dio una referencia del seguro social para que tuviera un seguro y se le tramitó ideas productivas (una ayuda económica) para desarrollar un negocio y llevó el curso de bisutería del INA", detalló la funcionaria.
Ceneyda, quien la ha visto ruda y ahora ve los frutos de su talento y esfuerzo, deja un consejo para todos aquellos que reciben una ayuda económica o una oportunidad y la desperdician.
“Sí se puede, es una buena ayuda, hasta con ideas productivas que le dan a uno. Es un gran empujón y ahora junto con mi hermana y mis hijos estamos bien y felices”.
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