María Isabel Pineda Espinoza es una mamá nicaragüense que llegó a Costa Rica hace 27 años en busca de un mejor futuro.
Ella no tiene ni un solo primo en este país porque toda su familia se quedó en Nicaragua y si bien le agradece a Dios las oportunidades que Tiquicia le ha dado, cada 30 de mayo, fecha en la que se celebra el Día de la Madre en Nicaragua, se le arruga demasiado el corazón.
Es una pulseadora que solita sacó adelante a sus tres hijos (Ingrid, Juan y Ulises). Comenzó un negocio con el cual levantó cabeza, pero cuando crecieron las importaciones desde China se lo trajeron abajo. No obstante supo levantarse, adaptarse, transformarse y seguir adelante.
Tiene 47 años, nació en el barrio La Florida, del departamento de Chinandega. Ella se vino para suelo costarricense en busca de un mejor futuro económico y pasar poco tiempo aquí, pues la idea era hacer plata para poder construir una casita, poner un negocito y después devolverse a Nicaragua.
Hablamos con esta empunchada mamá, el pasado jueves 30 de mayo (Día de las Madres en Nicaragua). Ella estaba muy contenta porque la tecnología le permite hacer una videollamada y felicitar y llenar de amor a su mamá, doña Marta Azucena Espinoza, con un celular.
“Tengo 27 Días de la Madre que no paso con mi mamita, con mi gente, mi familia, usted no sabe lo que extraño eso. Allá en Nicaragua se reúne toda la familia alrededor de la mamá y no importa si usted es millonario o muy humilde, siempre hay reunión.
“Extraño esas reuniones familiares tan alegres, tan llenas de amor. Lo que más extraño del Día de la Madre en Nicaragua es el caldito de gallina. Allá matar una gallina para el Día de la Madre es algo normal, hacer arroz jardinero (como el arroz con pollo tico, pero con más olores) y disfrutar con la gente que se ama”, recuerda con dolor esta vecina de Cartago.
La vida le ha puesto pruebas duras en nuestro país, pero ella las ha superado todas. Les damos solo un ejemplo, arrancó un negocio de candelas personalizadas y logró crecer firmemente. Se vendían en negocios como Muñoz y Nane (supermercado en San Pedro ya desaparecido), Giacomin y la pastelería Cinta Amarilla.
“Me iba muy bien, la verdad estaba despegando y en eso (2010) arrancó el Tratado de Libre Comercio con China y comenzaron a llegar candelas por miles y se trajo abajo mi negocio, porque eran mucho más baratas.
“No cerré el negocio (que se llama Arte y Expresión), al contrario, analicé cómo adaptarme y transformarme y fue cuando decidí seguir por el camino de productos personalizados con la técnica de sublimación. Hago gorras, lapiceros, llaveros, todo lo que se necesite en las empresas para dar a conocer su negocio”, aclaró esta nicaragüense a quien usted puede llamar al 8744-0776 si necesita productos de este tipo para su empresa.
La nostalgia que siente en fechas como el Día de la Madre o fin de año, doña María la vence con la alegría de la razón, cuando reconoce que venir y quedarse a vivir en Costa Rica fue su mejor decisión.
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“No tengo un solo familiar aquí con el cual celebrar ninguna fecha, pero le doy gracias a Dios por la decisión que tomé. He ido a Nicaragua y veo niños descalzos y sin camisa vendiendo por las calles, seguramente ese habría sido el futuro de mis hijos.
“Es más, creo que mis hijos podrían estar muertos si me hubiese quedado en Nicaragua. Aquí hay oportunidad de crecer, de estudiar y trabajar, allá no hay trabajo. Dos sobrinos estudiaron y de nada les sirve porque no pueden trabajar allá. Quedarme aquí fue lo mejor”, asegura, ahora sí, con alegría en el corazón.