El golpe que la vida le dio a Hellen Ovares hace dos años la convirtió en una mujer llena de valentía y fe.
En setiembre del 2020 recibió una noticia para la que ninguna mamá está preparada. Los médicos del hospital de Niños le diagnosticaron a su hijo Thiago un tipo de cáncer llamado Linfoma de Hodgkin, cuando el pequeñito tenía solo tres años.
Las lágrimas y la angustia se apoderaron de su vida, pero hoy, después de dos años de mucho esfuerzo y de un largo tratamiento, su hijo está libre de esa enfermedad y ella está llena de agradecimiento con Dios y los médicos que hicieron el milagro.
Hellen contó a La Teja todo el proceso que su familia vivió y espera que su testimonio le dé esperanza a las personas que están luchado contra el cáncer.
“Una día cuando estaba bañando a Thiago le sentí una pelotita en la ingle y lo llevé al Ebais de Río Grande de Atenas, pero me dijeron que eso no era nada. Como no se le quitaba la pelotita lo llevé tres veces más, pero en todo momento me dijeron que no era nada malo. Sin embargo, algo me decía que tenía que ponerle atención y buscar una segunda opinión. Así que la cuarta vez que lo llevé le pedí al doctor que lo atendió que le mandara un ultrasonido”, recordó.
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El temor se hizo realidad
Cuando le hicieron al pequeño el ultrasonido los médicos notaron que, efectivamente, parecía ser algo grave y lo refirieron al hospital de Niños.
“Una amiga mía trabaja en ese hospital; en ese momento, estaba la pandemia en lo más y mejor, y costaba mucho sacar una cita. Así que yo le mandé a ella el ultrasonido y me hizo el favor de enseñárselo a un doctor. El mismo día que él lo vio me mandó a llamar para que llevara a mi chiquito.
“El doctor dijo que parecía ser cáncer, pero que tenían que hacer varios exámenes; incluso, una biopsia. Días después confirmaron que era Linfoma de Hodgkin. Cuando a uno le mencionan la palabra cáncer de inmediato piensa en muerte; tuve muchas emociones encontradas, porque cuando yo quedé embarazada no estaba muy contenta, pero ahora ya no imagino mi vida sin mi hijo y por eso me arrepentí de lo que sentí en aquel momento”, manifestó.
Hellen contó que, por la edad de Thiago y el tipo de cáncer que tenía, los doctores del hospital de Niños tuvieron que pedir colaboraciones a sus colegas del hospital San Judas Tadeo, en Estados Unidos.
Ellos les enviaron todos los exámenes que le hicieron y desde allá les mandaron el tratamiento de quimioterapia que debían aplicarle. Fueron ocho sesiones, una por semana.
“En aquel momento, mi casa no tenía las condiciones que se necesitaban para que mi hijo pudiera vivir ese proceso y por eso los papás de los compañeritos de él de la guardería nos ayudaron a hacer un cuarto con baño y todo lo necesario”, recordó la madre.
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Cuidados estrictos
Como el covid-19 representaba una amenaza enorme para el angelito, su mamá se puso las pilas para evitar que se contagiara.
“Una vez a la semana lo llevábamos al hospital para que le pusieran la quimioterapia en la mañana y en la tarde regresábamos a la casa. No aceptábamos visitas, le desinfectaba el cuarto dos veces al día, le cocinaba la comida aparte y nadie podía tocar el vaso o el plato de él para que no se fuera a contaminar. Así logramos evitar que se contagiara de coronavirus.
“Gracias a Dios, él asimiló muy bien el tratamiento; los días que se lo ponían se cansaba mucho y una vez tuvo anemia, pero no se le cayó el pelo ni llegó a vomitar ni nada así”, expresó la mamá del luchador.
Hellen renunció a su trabajo para estar de lleno con el pequeño. Aunque ella no es de ir mucho a la iglesia, durante todo el tratamiento se aferró a Dios y rogó por la sanación de Thiago.
“Con todo esto aprendí que mi niño es prestado y disfruto cada día a su lado. Aprovecho al máximo cada momento porque la vida es fugaz”, aseguró.
Cuando el cáncer llegó a esta familia, ella y José Salvatierra, el papá de Thiago, estaban separados, pero luego decidieron dejar atrás sus diferencias y volver a ser una pareja para apoyar al pequeño en todo momento.
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Campanazo de felicidad
Al terminar la quimioterapia las cuatro pelotitas que el pequeño tenía se redujeron, pero no desaparecieron. Pese a eso los médicos de Estados Unidos decidieron no ponerle más quimioterapia, ni radioterapia.
Durante los últimos dos años, cada mes, a Thiago le han hecho exámenes para asegurarse de que está bien de salud y en todos ha salido libre de cáncer. Por eso, este miércoles 28 de diciembre le permitieron tocar la campaña que simboliza que está sano. Fue un gran premio al valor y esfuerzo que el pequeño y su familia tuvieron durante todo el proceso.
“No puedo explicar lo que siento de saber que mi hijo está bien. Soy consciente de que la enfermedad puede volver, por eso debe seguir haciéndose exámenes por el resto de su vida, pero ahorita él está bien y eso es lo que importa.
“El día que tocó la campana decoré el carro con bombas y hasta hicimos camisetas, porque yo quería compartir mi alegría con todo el mundo, quería que la gente supiera que mi hijo está sano y agradezco a Dios por eso”.