Doña Rocío Villalobos tiene el corazón destrozado porque el miércoles el covid-19 le arrebató a su hija Pamela García Villalobos.
“He escuchado comentarios que minimizan la muerte de ella, la ven como un número más de la pandemia, pero esa persona que murió era mi hija. Perder a un hijo es casi perderse a uno mismo porque la vida cambia para siempre”, dijo la señora.
Pamela tenía 38 años, trabajaba como orientadora en el Liceo de Costa Rica y, según contó David García, hermano de la educadora, todo parece indicar que su hermana se contagio del virus en el trabajo.
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“Ella y las compañeras siempre tuvieron temor porque sabían que el estar yendo a trabajar las exponía a contagios. Pamela empezó con síntomas el miércoles después de la Semana Santa, parece que una compañera fue la que le pasó la enfermedad.
“Estuvo con diarrea y una tos seca y el viernes 9 de abril fue a que le hicieran la prueba de covid, el sábado 10 le dijeron que era positiva. Ella vivía con mis papás y conmigo, y nos contagió, pero gracias a Dios nosotros hemos estado bien”, relató David.
Triste despedida
Pamela al inicio estaba estable, pero la tos seca que tenía no la dejaba en paz y por eso el viernes 16 de abril se fue para el hospital México.
“Le dijeron que mejor la iban a dejar internada en cuidados intermedios porque tenía la oxigenación baja, pero ella se sentía bien. Le empezaron a poner medicamentos y la oxigenación subió, cuando hablábamos por teléfono a veces sentía el pecho apretado, pero nada grave.
“Ahí pasó el fin se semana y el lunes 19 llegó un especialista que la examinó y dijo que mejor la iba a pasar a cuidados intensivos para tenerla más vigilada y mejor controlada. El martes estuve hablando con ella y estaba tranquila, como a las 10 de la noche nos dimos las buenas noches, en ese momento me dijo que se sentía algo agitada y yo le dije que mejor le dijera a los médicos”, recordó el allegado.
Como a las 10:30 p.m. llamaron a David del hospital México y le dijeron que iban a intubar a su hermana, él sintió como si le hubieran echado un balde de agua fría.
“Me permitieron hablar con ella por teléfono, me dijo que nos amaba y yo le dije que también la amábamos y luego colgamos. A las 12:25 de la madrugada del miércoles llamaron de nuevo del hospital y le dijeron a mi mamá que mi hermana había muerto.
“Es algo difícil de creer, ella no estuvo nunca con esos ahogos que describen otras personas, estuvo relativamente bien. Los médicos nos dijeron que la trataron de intubar, pero que el corazón de ella no aguantó”, dijo.
El cuerpo de la educadora fue velado un ratito en la funeraria de Magisterio Nacional, en San José, y el mismo miércoles fue sepultada en el cementerio La Piedad, en Santo Domingo de Heredia.
“Es muy duro saber que mi hermana ya no está, ella era una persona única y nosotros, sus familiares, somos los que estamos cargando con el dolor de su pérdida. Mucha gente no entiende la pandemia porque los muertos no son sus muertos, pero cuando lo sean van a experimentar un gran dolor y van a ver todo diferente”, aseguró David.
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Gran legado
David dice que Pamela fue educadora durante 16 años, los últimos dos en el Liceo de Costa Rica.
Él la describe como una educadora apasionada y muy entregada a su trabajo, dice que siempre andaba viendo cómo chineaba a los alumnos.
“Uno siempre la veía con detalles para los estudiantes, en la semana de la Orientación les llevaba confites con mensajitos, también lo hacía para motivarlos cuando iban a hacer los exámenes de bachillerato, para que estuvieran contentos. Igual cuando los de último año iba a visitar las universidades, se esmeraba para que todos fueran y disfrutaran todo ese proceso.
“Para mí la vida de una sola persona vale mucho más que el sostener un curso lectivo que en este momento de por sí no está siendo de calidad. El gremio de la educación tiene miedo y debe de hacerse algo para protegerlo”, dijo David.