En este mundo existen pocas madres tan ejemplares como Ayda Granera Gutiérrez. Luego de que la vida le quitara, de manera trágica, a su pareja, esta nicaragüense, oriunda del municipio de León, les puso el pecho a las balas y ha dado todo por sacar adelante a sus ocho hijos.
Ayda, quien en un par de semanas cumple los 50 años, tiene nueve años de vivir en Costa Rica y se mudó al país huyendo de la tragedia.
“Yo tuve ocho hijos y cuando murió mi pareja, el más pequeño apenas tenía 35 días de nacido. Al verme yo con ocho hijos, sentía que mi mundo se me venía abajo”, nos contó.
“En ese momento yo dije: ‘se me acabó la vida', él era el sustento de la casa y me tuve que venir para Costa Rica".
Mientras vivía en Nicaragua ella y su pareja, Santos Alberto Orozco, trabajaban en equipo para sacar adelante a su familia.
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“Yo echaba tortillas para vender, de eso alimentaba a mis hijos. Cuando había trabajo, iba a cortar caña al ingenio de San Antonio".
“Mi pareja cuidaba, día y noche, una bomba (tanque de agua) que regaba todos los campos de la caña”.
Lo que no vieron venir, era que la tragedia estaba rondando la esquina y, en un abrir y cerrar de ojos, Santos cayó enfermo por una condición conocida como creatinina.
Esta terrible enfermedad llega a afectar los riñones, al punto de que pierden su capacidad para filtrar desechos y líquidos del cuerpo, generando una acumulación de sustancias tóxicas en la sangre.
Una vez que la infección renal comienza, los enfermos sufren de vómitos, calentura, fríos, hipertensión, dolor en los huesos, el cuerpo se inflama y, en el peor de los casos, la muerte.
Lastimosamente, en el caso de Santos, sus riñones ya estaban consumidos y el cuerpo no resistió.
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Una nueva vida
Según nos contó Ayda, su traslado al país no fue sencillo, y luego de partirse el lomo trabajando en los campos de caña, logró ahorrar suficiente platita para, poco a poco, mandar a sus hijos a Costa Rica.
Primero fue el mayor, Moisés, luego el segundo llamado Darwin y, al poco tiempo, logró que su hija Katherine y su cuarto hijo, Gleiner, se vinieran para acá.
Una vez en el país, ellos comenzaron a trabajar para ayudar a su mamita y reunieron una platica para que Ayda y sus otros cuatro hermanos: Harbin, Leana, Yerlin y Santo Alberto, pudieran migrar a Tiquicia.
“Cuando vine aquí, la cosa fue difícil. Ellos estaban empezando a alquilar un cuartito pequeño y, al venir yo, la cosa se nos hacía más dura, porque no teníamos en dónde dormir”, explicó.
“Dormíamos en el piso, en un colchón, casi uno encima del otro y empezamos a vivir una vida así. Trabajábamos mis cuatro hijos mayores y yo, buscando la forma de cómo alquilar algo mejor”.
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Y si bien, luego de mucho esfuerzo y trabajo duro, finalmente estaba construyendo su futuro, la tragedia una vez más golpeó su vida.
En cama
Su segundo hijo, Darwin, se contagió de creatinina, la enfermedad que le había arrebatado a su pareja.
“Se me enfermó y tuve que irme para Nicaragua. Ahí luchó por su vida, pero a los tres meses falleció“, dijo con voz entrecortada.
“Sinceramente, no había palabras. Tenía a todos mis hijos en Costa Rica, tenía a tres de ellos pequeños, y me sentía en un callejón sin salida, no tenía cómo pagar el apartamento en el que ellos estaban".
Y si perder a un hijo no fuera suficiente dolor para una madre, al mismo tiempo se quedó sin su trabajito acá en Costa Rica.
“Yo me fui porque me dieron permiso en el trabajo, pero me dijeron que si a los 15 días no regresaba, me sacaban de planilla”, relató.
“A los 15 días perdí mi trabajo y pasé esos tres meses en Nicaragua. Para vivir ahí y pagar las cuentas del hospital, mis hijos me apoyaban económicamente. No podía pedirle ayuda a mi mamá o mis hermanos, ellos tienen una vida difícil".
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A pesar del duro golpe, Ayda se recompuso y ahora esa vida de sufrimiento quedó en el pasado. Eso sí, las cosas no son fáciles y, a veces, hay momentos complicados.
“El momento más difícil es cuando a veces me quedo sin trabajo. Me da mucha pena, pero mis hijos ya tienen sus familias. Lo más difícil es cuando me sacaban del trabajo y me corrían de la casita”, contó.
A pesar de eso, se mantiene optimista y asegura que ya las cosas están mejor y se siente feliz con su vida.