Madre e hija concheñas son dos superheroínas que conocimos y se las vamos a presentar.
Bien se puede decir que no hay obstáculo que las venza y también se puede confirmar que tienen una capacidad de resiliencia tan grande que logran transformar lo que para muchos es una oscuridad sin solución en un motivo para superarse y avanzar.
Doña Sofía Velásquez Joaquín tiene 63 años; su hija, María Mercado, tiene 43. Ambas llegaron a Costa Rica el 18 de julio del 2018. La fecha no la olvidarán jamás porque fue un día de vida, ya que estaban en la lista negra de muerte de la dictadura nicaragüense.
Nos contaron que llegaron a Costa Rica solo con la ropa que andaban puesta.
“Quien sale huyendo por su vida no tiene tiempo de nada, no tiene tiempo de hacer maletas, de despedirse, de comerse un último plato de comida. Cuando se huye por la vida cada segundo importa para mantenerse viva”.
Esa fue la durísima explicación que nos da María del por qué cruzaron la frontera sin siquiera una mochila con al menos dos mudadas. “Ya la dictadura venía por nosotras, o corríamos o moríamos, así de simple”, agregó.
Ambas son de Masaya, del municipio La Concepción, al cual también se le conoce como La Concha, por eso ellas se identifican como concheñas, ya que así les dicen a los de ese lugar.
Como una gran mayoría de nicaragüenses, quienes en el 2018 tuvieron que salir huyendo para salvar sus vidas (y hasta el día de hoy) del régimen dictatorial de Daniel Ortega, creyeron que salían por un par de meses cuando mucho tres, pero ya van a cumplir seis años.
Los primeros dos años para estas guerreras el asunto fue de trabajos cuidando niños, adultos mayores, limpieza de casas y cocinando en sodas.
“Trabajamos en lo que se podía y había para poder salir adelante. Llegué con dos hijos. Mi mamá siempre me ha enseñado a salir adelante, por eso lo más urgente era conseguir empleo”, reconoció María.
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Gracias a la pandemia
En el 2020 el mundo se detuvo y se encerró por la pandemia, incluida Costa Rica.
Madre e hija se quedaron sin trabajo, encerradas y con recibos por pagar y comida que comprar. Un día de abril del 2020 María llegó a la casa y reventó la bomba: “¿Mami me quedé sin trabajo, ahora qué hacemos?”.
“No se preocupe mija, ya verá que vamos a inventar algo”, le respondió doña Sofía, con la tranquilidad que le dio saber que siempre fue buena para la cocina y, totalmente, descansada en Dios.
Después de varias noches pensando qué hacían para ganarse la platica, entendieron que ya era hora que naciera un emprendimiento que conocían muy bien: cocinar comida típica nicaragüense.
De una vez se les ocurrió el nombre “Variedades La Concheña”, en honor a su lugar de nacimiento y como orgullosas hijas de Nicaragua.
Durante todo lo que restó del 2018, “Variedades La Cocheña” se dedicó a vender tacos, enchiladas, comida nicaragüense, entre otras, para la familia cercana y los vecinos de Rincón Grande de Pavas, donde viven desde que llegaron a Tiquicia.
Crecimiento
En el 2021 estas empunchadas luchadoras descubrieron la Red de Mujeres Pinoleras (Remupi), la cual tiene la misión de “ser una red capaz de orientar y acompañar a mujeres exiliadas en Costa Rica, generando y fortaleciendo sus capacidades y habilidades, para que puedan sostenerse a nivel emocional y económico como estrategia de resistencia en el exilio”, explican en su página oficial en Internet.
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“Con la Remupi consideramos que comenzó realmente nuestro emprendimiento, porque fue a partir de la orientación que nos dieron que formalizamos Variedades La Cocheña. Comenzamos a recibir cursos de Planes de Negocio y Emprendedurismo, entre otros.
“Logramos mejorar mucho nuestra comida y la forma en que la presentamos. Avanzamos estudiando Técnico en Cocina y Técnico en Repostería. Gracias a Dios, tres años después, el emprendimiento sigue y se consolida; ahora hacemos comida para eventos, ya sea nicaragüense o típica costarricense. No nos podemos quejar, Dios ha sido bueno con nosotras”, asegura doña Sofía.
Desde hace un año María es parte de la coordinación de Remupi, pues es la encargada de Logística y así puede ayudarles a otras mujeres exiliadas aquí a crecer y superarse.
Cuando las dos analizan que “lo máximo 3 meses” aquí se convirtieron en 6 años, explican: “Ha sido duro, con más experiencias positivas que negativas. Estamos agradecidas con un país que nos abrió las puertas cuando salimos huyendo de la muerte en el nuestro.
“Como le comenté, llegué con dos hijos, pues bien, uno ya sacará su bachillerato en Sociología en la Universidad Nacional y seguirá con la licenciatura. Mi hija estudia música en el Sistema Nacional de Educación Musical (Sinem) y tiene beca hace 4 años. Mi mamá y yo hemos podido estudiar y trabajar dignamente gracias a las oportunidades que nos da este país”, reconoce María.
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¿Volver a Nicaragua? “Claro. Siempre está en el corazón. Tiene que ser cuando caiga el régimen. No podemos olvidar que si nos hubiésemos quedado estaríamos en la cárcel o muertas, por eso el enorme agradecimiento a Dios y al país por llenarnos de oportunidades”, responde doña Sofía.