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Madre con extraña condición lucha por sacar adelante a su hija

Tamar García es el claro y vivo ejemplo de una mamá ejemplar

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Tamar García es una mamita ejemplar. A pesar de tener una extraña condición conocida como parkinsonismo (no, no es lo mismo que Parkinson), esta vecina de Moravia, se parte el lomo por sacar adelante a su hija de 14 años, que sufre de autismo y un retraso mental moderado.

Tamar y su hija, ambas sufren de condiciones que les complican el vivir con normalidad. Foto: Cortesía.
Tamar y su hija, ambas sufren de condiciones que les complican el vivir con normalidad. Foto: Cortesía.

Ella, con 43 años, le ha puesto el pecho a todas las malas situaciones que la vida le ha puesto en frente y día con día se levanta para darle la mejor calidad de vida a su hija, a pesar de que su condición le hace cada vez más y más difícil seguir trabajando.

“Exactamente hace un año estoy siendo investigada en neurología por un parkinsonismo secundario, esto me genera rigidez muscular, espasmos y movimientos involuntarios. Esto ha hecho que mi motora fina se vea muy afectada”, nos contó.

Tamar tiene la particularidad de que se gana la vida con su negocito de sellos y si bien ha tenido altos y bajos, nunca había tenido que afrontar una situación como la de ahora.

“Antes era muy activa y ayudaba mucho en el negocio. Pero ahora con la temblorina evidentemente no puedo ni agarrar una tijera para cortar las plantillas.

“Tengo una persona que me trabaja y es la que prácticamente lo administra. Comúnmente, cuando mi hija se estresa mucho, vamos al negocio para cambiar de ambiente. Es como una terapia para ella”, dijo con voz entrecortada

Pero, ¿cómo es que inició todo esto?

“Todo comenzó cuando yo tenía 40 años. Comencé con temblores muy leves en la mano izquierda. En el EBAIS me dijeron que era ansiedad y me mandaron medicamentos, hasta que todo empeoró, en octubre del año pasado”, explicó.

“Me pagué un neurólogo y apenas me vio me dijo: ‘usted tiene parkinsonismo secundario’“.

Acá hay que abrir un paréntesis para explicar esta condición y es que si bien se parece mucho en características y nombre al Parkinson, es importante entender que no son lo mismo.

Tamar García sabe que la vida puede ser difícil pero no pierde la fe en Dios para seguir adelante. Foto: Cortesía.
Tamar García sabe que la vida puede ser difícil pero no pierde la fe en Dios para seguir adelante. Foto: Cortesía.

Entre los síntomas que comparten están los temblores y la rigidez muscular, la diferencia es que el parkinsonismo también puede generar inestabilidad a la hora de mantener el equilibrio y una condición llamada Bradicinesia, que en pocas palabras es lentitud en los movimientos.

Ahora, ¿por qué se da? Hay varias razones que van desde daño cerebral por golpes o accidentes, pasando por algunos medicamentos, especialmente los antipsicóticos; y hasta por envenenamiento causado por toxinas.

También, la principal diferencia entre ambas condiciones es que si bien el parkinsonismo no tiene cura, se puede tratar con medicamentos para aliviar los síntomas y ayudar a las personas a llevar un mejor estilo de vida.

“El neurólogo que me ve, en un inicio me dijo que todo iba encaminado a un Parkinson a temprana edad, aún no se sabe a ciencia cierta qué es lo que tengo, pero me van a hacer un examen para determinarlo.

“Sea cual sea, voy a seguir luchando hasta donde Dios me dé fuerzas por mi hija y por mí, no me voy a echar a morir”.

Si vivir con esta condición no fuera un peso enorme por sí solo, como cuenta Tamar, más allá de los síntomas, lo que más le duele es cómo la gente la ve y la trata.

“A veces me causa movimientos involuntarios y es incómodo porque la gente me pregunta si estoy nerviosa o si tengo frío. Antes me molestaba mucho y hasta llegué a esconder mi mano para que no fueran tan evidentes los temblores".

Y si bien puede dejar pasar los comentarios y las formas feas en la que pueden llegar a verla, le parte el corazón cada vez que son hacia su hija.

Tamar no ha dejado que nada ni nadie se interponga entre ella y su hija. Foto: Cortesía.
Tamar no ha dejado que nada ni nadie se interponga entre ella y su hija. Foto: Cortesía.

“Tiene 14 años, pero su edad cognitiva es de ocho, actúa como una chiquita, hay comentarios y cosas que no entiende. De hecho no sabe que tiene un leve retraso entonces a veces me dice: ‘mami, ¿qué es que yo soy tonta?‘“, dijo con dolor.

“A veces empieza a recordar cosas, entra en crisis y se autolesiona. Es muy difícil y la gente no lo comprende a uno, hasta la misma familia a veces no lo entiende, nada más dicen: ‘uy qué chiquita más malcriada’ o me ven feo como esperando que yo haga algo”.

Pero el amor de una madre es incondicional y el mayor temor de Tamar es no poder estar ahí con su pequeña el día que la necesite.

“¿Quién va a velar por mi hija si no soy yo que le tengo paciencia, cariño y dedicación?“, lamentó con un nudo en la garganta.

Sergio Salazar

Sergio Salazar

Periodista de Nacionales. Bachiller en Periodismo y Licenciado en Producción Audiovisual por la Universidad San Judas Tadeo.

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