Si alguna vez ha escuchado la palabra diácono y se ha quedado con cara de ¡qué!, aquí se lo explicamos al estilo La Teja: el diácono es un colaboador VIP del obispo, llamado a servir en la Iglesia con humildad y entrega.
Forma parte del tercer grado del sacramento del orden sacerdotal, lo que significa que es un clérigo, y está a pocos pasos de convertirse en sacerdote.
Recibe la imposición de manos del obispo y se convierte en un servidor de la palabra de Dios, del altar y de la comunidad, especialmente, de los más pobres y necesitados.
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Entre sus funciones están administrar el bautismo, presenciar matrimonios, llevar la comunión a enfermos, presidir funerales y hasta dirigir la homilía.
“Se trata de un ministro (servidor, siervo) de Jesucristo y de la Iglesia; es llamado y ordenado para servir y no ser servido, para entregarse con humildad, sencillez, discreción y generosidad a través de un testimonio probado”, nos explica la diócesis de Ciudad Quesada.
Celibato y oración
El diácono asume el compromiso del celibato (castidad), no porque lo obliguen, sino porque lo abraza como un don de Dios para entregarse de lleno a su vocación. Además, su vida está marcada por la oración, ya que reza la Liturgia de las Horas diariamente, intercediendo por las necesidades de la Iglesia y el mundo.
Como dice monseñor José Manuel Garita, obispo de Ciudad Quesada, “el diácono es un ministro de la palabra de Dios, un amigo del Señor que vive en contemplación y adoración”.
San Agustín lo dejó claro hace siglos: “Los diáconos son pobres por don de Dios y esperan en su misericordia. La unidad de la caridad ha de ser antepuesta a la comodidad terrena”. O sea, su vida no es de lujos, sino de servicio y entrega.
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Ahora ya lo sabe, cuando escuche la palabra “diácono”, ya no se quedará con cara de confundido. Son hombres de fe, llamados a servir y que, con su ejemplo, nos enseñan que la humildad es el verdadero camino a Dios.
Permanentes
En el Concilio Vaticano II, en 1965, se volvió al Diaconado Permanente y se tomó la decisión de permitírselos a los hombres casados. “La iglesia católica se enriqueció con un ministerio que dio una modalidad nueva a la misión de predicar el Evangelio”, explica la agencia católica www.aciprensa.com