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Los candidatos a la presidencia de la República en la segunda ronda: Fabricio Alvarado Muñoz, de Restauración Nacional, y Carlos Alvarado Quesada, del Partido Acción Ciudadana, comparten algo más que el apellido, porque ambos son descendientes de esclavos ticos.
Además, los dos descienden del héroe de la patria durante la Campaña Nacional de 1856, Juan Rafael Mora Porras y del primer presidente de la República José María Castro Madriz.
Son hermaniticos.
Ese parentesco con los Mora y los Castro es el reflejo de los lazos familiares remotos que unían a los ticos oriundos del Valle Central entre los siglos XVI y XVIII, cuando todos éramos “hermaniticos” (palabra que originó nuestro sobrenombre: ticos).
Si echamos un vistazo a la historia genealógica de los aspirantes a la silla presidencial, descubrimos que los abuelos maternos de Carlos Alvarado: Manuel Quesada Castro (1914-2007) y Noemy Alvarado Romero (1920-1984), eran primos entre sí y tataranietos de Segundo Venegas Picado (1807), quien fue bisnieto de María Ambrosia Barboza, mulata esclava del sacerdote Gaspar Cascante de Rojas, comisario del Santo Oficio de la Inquisición en Cartago. El cura le donó a su hija Lorenza de Flores y Barboza dos esclavas: Ambrosia y la madre de ella, Josefa de Flores. En 1727, doña Lorenza liberó a las dos esclavas, según la investigación del genealogista Mauricio Meléndez.
El primer jefe de Estado fue Juan Mora Fernández (1783-1854), tataranieto del sargento Baltasar de Mora e Inés Martínez Enríquez, de quienes también son descendientes ambos candidatos. El sargento Mora y su esposa vivieron en "Desampa", donde tenían fincas para la agricultura. De Baltasar (1655-1712) solo se conoce el nombre de su padre, Juan de Mora, nieto del sargento mayor Juan de Mora Salado, fundador de este linaje, y María de la Portilla, hija y nieta de conquistadores de Costa Rica.
En esta familia destacaron los cargos políticos que ocuparon desde la época de la Conquista. Tal es el caso del capitán Francisco de Mora y Martínez, de quien descienden Juan Mora Fernández, primer jefe de Estado, y Juan Rafael Mora Porras (1814-1860). Sin embargo, ambos Alvarado descienden de ramas ruralizadas (campesinos) y alejadas del poder durante siglos.
De Alajuela y Chepe
Por su parte, Federico Mata, miembro de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, también estudió los orígenes de los candidatos y determinó que en el caso de Fabricio, cuya familia proviene de San Mateo de Alajuela, no hay información sobre su apellido Alvarado antes de la segunda mitad del siglo XIX.
En el caso del candidato del PAC, la familia Alvarado de la que proviene, vivió en San José.
Algo similar pasa con el Muñoz, apellido muy extendido en la zona de "Desampa" de donde es su familia materna. Lo que sí se encuentran son varios parientes cercanos que han figurado en la política, como el diputado Walter Muñoz Céspedes (1998-2002) y electo para (2018-2022) por el Partido Integración Nacional y Patricia Mora, diputada del Frente Amplio.
También por el lado materno el candidato de Restauración Nacional desciende de otra familia muy arraigada en "Desampa", los Gamboa, cuya línea de ascendencia se puede trazar hasta el fundador Juan de Gamboa, quien llegó a Costa Rica a mediados del siglo XVII y cuyo hijo del mismo nombre se casó con María Vázquez de Coronado Madrigal, tataranieta de Juan Vázquez de Coronado.
Linaje presidencial
Tronco común.
El otro tronco común de los candidatos es el de los Castro, que por lo fértiles que fueron, casi podemos decir que todos los josefinos provienen de ellos. Esta familia fue fundada por el militar Juan Rodríguez de Castro y sus dos esposas: Petronila de Arias y Sebastiana de Aguirre.
Juan vino a Costa Rica, la provincia más alejada y pobre del Reino de Guatemala, en busca de nuevos horizontes. Se casó en Cartago en 1678 con una criolla llamada Petronila Arias, hija del alférez Gaspar de Arias y doña María de Monterroso, criollos cartagineses; por cierto, la Monterroso era nieta del sargento mayor Juan de Mora Salado.
Al enviudar, Juan Rodríguez de Castro se casa de nuevo en 1710 con doña Sebastiana de Aguirre, también criolla cartaginesa, hija del capitán Sebastián de Aguirre y doña Petronila Moreno de Grado, descendiente del conquistador Juan Solano. Ellos tuvieron un solo hijo.
El alférez Juan Rodríguez de Castro, se estableció en el valle de Aserrí. Sus descendientes están entre los fundadores de San José y ocuparon los principales puestos militares, políticos y eclesiásticos que podían ejercer los españoles.
Después de la independencia, algunos de los miembros de la familia Castro formaron parte de la élite que dirigió los destinos de Tiquicia, además del doctor Castro Madriz, otros que, aunque no llevan el apellido, son descendientes de la familia, como los expresidentes José María Montealegre Fernández (1815-1887) y Próspero Fernández Oreamuno (1834-1885).
Raíces indígenas
Otra de las ramas que comparten los candidatos es por parte de la matriarca indígena de los ticos de hoy: Catalina Tuia, india curridabateña conocida también como Catalina Pereira, quien nació en 1574. Según se dice en su testamento, ella no hablaba español, por lo que se necesitó intérprete cuando heredó sus bienes en 1658.
Ella tuvo dos hijos mestizos: Gaspar de Rojas y Gabriel de Aguilar, que también fueron muy enamoradizos y dejaron como los marineros, hijos en cada zona que visitaban.
Ambos candidatos son descendientes de Gonzalo Vázquez de Coronado (1550-1612), hijo de Juan Vázquez de Coronado (1523-1565) y doña Isabel Arias Dávila, nacida en Guatemala y descendiente de una antigua familia de judíos conversos del siglo XV; por lo que muchos costarricenses llevan sangre judía en sus venas.
La realeza europea también está presente en los candidatos por la ramificación de doña Juana de Vera Sotomayor (1596), hija del capitán Luis Méndez de Sotomayor, descendiente del rey español Fernando III, de Guillermo el Conquistador (rey normando que conquistó Inglaterra) y Rurik (fundador del estado ruso), entre otros.
Así que, de alguna manera ellos sintetizan la historia genealógica de los costarricenses en los últimos 457 años, concluyó Meléndez.
