“Se necesita mucha fortaleza para dejar un edificio que la familia compró con trabajo y que se pierde por una gran injusticia de la Segunda Guerra Mundial”.
Con esas palabras don Antonio Lehmann, bisnieto del fundador de la Librería Lehmann, cerró los 850 metros del edificio que toda la vida conocimos como la Librería Lehmann con entrada por el bulevar de la avenida Central.
"Ningún gobierno hizo nada por evitar esta atrocidad, porque eso es lo que es. La Asociación Hogar Carlos María Ulloa se deja un patrimonio que jamás fue de ellos y lo sabe”, agregó don Antonio.
La Lehmann sigue abierta, son ahora seis pisos llenos de libros, mapas, regalos, juguetes y cafetería. Ahora más que nunca, explica don Antonio, seguirán trabajando para continuar.
“Aquí estamos, aquí seguimos y aquí seguiremos”, dice.
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La librería continuará destacando la cultura tica y mundial con la literatura y también van a destacar el arte en general con el regreso de conciertos de calidad.
“Esperemos que los vecinos que vienen sean tan respetuosos del edificio como lo fuimos nosotros. Queda en manos de otros el futuro de esa instalación, nosotros, seguimos con todo”, dijo don Antonio.
Por la Segunda Guerra Mundial
Que este 30 de setiembre del 2019 se cierre la entrada de la Librería Lehmann por el bulevar de la avenida central es consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, que se peleó entre 1939 y 1945.
Esa guerra enfrentó a lo que se llamó Aliados, los cuales comenzaron con Francia e Inglaterra y después se le unieron Estados Unidos, Rusia y más páises, contra las llamadas Potencias del Eje, que básicamente fueron Alemania, Italia (después se les unió Japón).
En 1941, siendo presidente del país Rafael Ángel Calderón Guardia, Tiquicia le declara la guerra a las Potencias del Eje. Apartir de ese momento el Gobierno costarricense comenzó a vigilar a los alemanes, italianos y japoneses que vivían en el país sin importar cuánto tiempo tenían viviendo aquí.
A los ciudadanos de esos tres países (o a los que se hubiesen nacionalizado ya costarricenses) se les limitó su libertad de trasladarse libremente de un lugar a otro, se le confiscó todo tipo de armas o lo que se podía considerar sistemas de comunicación.
Muchos fueron detenidos y llevados a un campo de concentración abierto donde está hoy la Municipalidad de San José, según explicó el historiador Vladimir De la Cruz.
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A la familia Lehmann, de origen alemán, el país le aplicó todo tipo de persecución. Incluso fueron detenidos, pero no los enviaron al campo de concentración de avenida 10, sino que fueron enviados, como prisioneros de guerra, al campo de concentración que estaba en Miami. Esto fue en octubre de 1942.
Jugarreta
Antonio Lehmann Gutiérrez, el bisnieto de Antonio Lehmann Merz (el fundador de la librería, hace 123 años) y actual gerente general, nos explicó, documentos en mano, que antes de irse su familia al campo de concentración en Miami, le traspasaron el terreno de la librería Lehmann a un sacerdote alemán Enrique Kern, quien estaba en Costa Rica, pero semanas después al cura, por ser alemán, también lo enviaron al campo de concentración en Miami.
Para continuar cuidando el terreno, el cura se lo traspasó a María Ramírez, empleada de su confianza, fue ella quien años después, pese a que sabía que el terreno era de la familia Lehmann, se lo traspasó legalmente a la Asociación Hogar Carlos María Ulloa, que hasta el día de hoy es la dueña y a quien los Lehmann le pagaban hasta este setiembre, ¢5,5 millones mensuales de alquiler.