Luis Mariano Valerio Ellis murió hace 19 años, pero su legado sigue dándole de comer a 36 familias al mes.
El terrible accidente en el que falleció ocurrió el 11 de diciembre del año 2000, en la carretera Próspero Fernández, cuando un joven de apellido Romano atropelló al ingeniero y le pasó por encima, al parecer, por ir picando.
La lamentable pérdida, aunque golpeó en el alma a la familia Valerio Ellis, les permitió conocer una etapa que no sabían de Luis Mariano... su lado más solidario.
“En esos momentos se nos acercaron algunas personas a contarnos cómo él los había ayudado en algún momento de necesidad y así nació la inquietud de hacer algo para continuar con su legado”, explicó Eugenia Valerio, hermana de Luis.
Poco tiempo después, los seres queridos decidieron concretar la idea de ayudar a más personas y en el 2001, ya estaba constituida la Fundación Luis Mariano Valerio.
Entre las fundadoras están tres miembros de la familia, un representante municipal y uno estatal como requisito.
En las actividades participan familiares y amigos, quienes colaboran de manera voluntaria.
“Inicialmente otorgábamos becas a los estudiantes de colegios vocacionales para que pudieran continuar sus estudios y al salir tuvieran una base para poder trabajar y sacar adelante a sus familias, pero luego se crearon programas como Avancemos y decidimos cambiar las ayudas”, contó Eugenia.
Las ayudas continuaron a la fundación Ángeles de Amor, que es un albergue para adultos mayores. Luego se concentraron en la organización Cáritas en San Antonio de Belén, de donde era oriundo Luis Mariano, a la que los últimos miércoles de cada mes les entregan 36 diarios para que los repartan a familias de escasos recursos.
LEA MÁS: Un árbol mantiene vivo el recuerdo de joven que murió de manera inesperada
“Decidimos aliarnos a ellos para que no se diera una duplicidad de ayudas y así realmente colaborar con quien lo requiere”, explicó Valerio.
La mayoría de los recursos los reúnen mediante bingos que han hecho los últimos tres años en algún salón de Belén que les prestan.
Antes organizaban una carrera de ciclismo de montaña recreativa denominada Yo ayudo cleteando, pero como se puso tan peligrosa la cosa con los asaltos y los riesgos de la calle, decidieron cambiar de actividad a una más segura.
Además cuentan con el apoyo incondicional de las empresas Inolasa, que les regala el aceite que donan cada mes, y Motores Británicos.
Así como durante los últimos cinco o seis años organizan una fiesta para niños de escasos recursos de zonas rurales, a los que llevan al Parque Diversiones a que pasen un día puras tejas. Solo en el 2018 llevaron a 157 pequeños.
“Buscamos padrinos que les regalen ropa y juguetes y contratamos buses para que los traigan y los regresen a sus hogares. Se les da comida y se les acompaña para que se suban en todos los juegos que quieran.
“Algunos beneficiarios de estas fiestas han sido de la zona sur, la zona norte, el Caribe, en fin, los vamos variando y tratamos que sean siempre de lugares distintos y ojalá que nunca hayan visitado el Parque antes”, explicó Eugenia.
Para el futuro planean crear un programa para enseñar un idioma a personas con capacidades diferentes y que mediante ese aprendizaje puedan conseguir trabajito mediante centros de llamadas.
Dolorosa llamada
Eugenia recuerda que su familia estaba durmiendo cuando a eso de las 11 de la noche de aquel trágico 11 de diciembre del año 2000 cuando entró una llamada que los cambiaría para siempre.
Ahí les dijeron que un conductor atropelló al hijo mayor de la familia, quien en aquel entonces tenía 26 años.
Valerio iba en moto frente al centro comercial Santa Ana 2000 cuando un italiano de 23 años lo golpeó por detrás y luego le pasó por encima.
Se dice que el chofer huía de una patrulla de Tránsito que se topó mientras picaba y en su intento de escapar atropelló a tres motociclistas, ahí incluido Luis Mariano.
Las dos motocicletas viajaban frente al Hyundai de Romano que, según las autoridades, tenía el motor modificado para darle más potencia.
El golpazo sacó de la carretera a Guillermo Jiménez Quesada, quien viajaba acompañado por Marlon Blumert Araya.
Ambos resultaron con importantes golpes en brazos y piernas pero, lamentablemente, Valerio no corrió con la misma suerte.
Pese al dolor que enfrentaron los familiares, decidieron dejar la justicia en manos de Dios y no interpusieron una denuncia contra el responsable.
Amante de los deportes
Luis Mariano era un joven alto, medía 1.84 metros, moreno, sin hijos, muy amable y amante de los deportes.
“Practicaba mucho deporte: iba al gimnasio, surfeaba, practicaba enduro. Sus pasatiempos eran siempre los deportes”, contó Eugenia, hermana que le seguía.
“Era una persona muy tranquila, muy pacífico y siempre sonriente. De muchos amigos y todo mundo lo quería”, agregó.
LEA MÁS: El reggae mantiene vivo el recuerdo de una pareja de enamorados
El deportista murió un lunes, y el sábado anterior había acompañado a su hermana a buscar un payaso para una fiesta que le iban a hacer a unos niños.
A él le decían “Changuito” de cariño y siempre fue una persona muy servicial, según las palabras de Eugenia.
LEA MÁS: El Juan Gobán extraña al cañonero
“Uno trata de no mantener tantos artículos que se lo recuerden, entonces solo conservamos esta foto. Hay que recordarlo positivamente, mediante su legado”, dijo Valerio.
Para el aniversario de su muerte, siempre se ofrece una misa y se les entrega a los asistentes algún recuerdito de la Virgen de Guadalupe, como murió en la víspera de su celebración, para incrementar la devoción hacia ella.
Luis Mariano fue la segunda víctima mortal de los piques en el año 2000, luego del fallecimiento de Antonio Martínez Quirós, un guarda que fue atropellado mientras cumplía con su ronda, por un picón que perdió el control del carro.
Esa primera tragedia ocurrió el 15 de setiembre en la urbanización El Bosque en San Rafael de Oreamuno, en Cartago.