A Vladimir Ávila Artavia se le conocía en Alajuela como “Candado” y su muerte, debido al covid-19, puso tristes a muchísimas personas y dejó un vacío en el parque central de la provincia, donde durante muchos años compartió su don de gentes y su sentido de humor.
Un lazo negro en uno de los muchos palos de mango del sitio y una imagen resumieron el duelo y el dolor de quienes lloraron su partida. Algo así no se ve a menudo en ese punto de la ciudad, por eso llamó la atención y dejó ver que Candado era querido.
Falleció el viernes 4 de diciembre en el hospital México luego de luchar casi un mes contra el virus. Tenía 71 años.
Jean Carlos Barahona, uno de sus hijos, cuenta que fue muy duro para ellos verlo enfermar y deteriorarse en tan poco tiempo.
“Él iba a venir a Paso Canoas, donde vivo yo, pero tenía gripe y le dijimos que mejor se hiciera la prueba del coronavirus. Fue al hospital de Alajuela y le confirmaron que estaba contagiado y lo mandaron a aislamiento a la casa”.
Al inicio iba bien, pero todo cambió.
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“Como era asmático se fue complicando, el martes diez de noviembre hablé con él por teléfono en la tarde y escuchaba que le faltaba el aire; llamé para que le mandaran una ambulancia, pero no quiso que lo llevaran al hospital. En la noche se complicó tanto que no le quedó más remedio que pedir ayuda y lo llevaron directamente al hospital México”, detalla Jean Carlos.
La última vez que “Candado” conversó con sus seres queridos fue el miércoles 18 de noviembre, cuando lo pasaron a cuidados intensivos.
“Ese día nos hicieron una videollamada y él se veía como azul, estaba malito y asustado. Nos dijo que creía que lo llevaban para un lugar del que no iba a salir y que nos amaba mucho. Días después los médicos nos dijeron que había tenido una leve mejoría, pero como semana y media antes de morir volvió a empeorar y no pudieron hacer nada por él”, agregó.
Espíritu alegre
Jean Carlos aún no se hace a la idea de que ya no volverá a escuchar la voz de su papá, que a menudo lo llamaba por teléfono para saludarlo.
“Mi papá siempre fue tan alegre, con su personalidad jocosa lo hacía a uno reír y eso quedará grabado para siempre en la mente de todos los que compartimos con él. Por la rapidez con la que tuvimos que sepultarlo mi mamá y yo, que estamos en Paso Canoas, no pudimos ir, de la vela y el funeral se encargaron los hermanos míos que viven en Alajuela,. El entierro fue el sábado en el cementerio de La Trinidad”, contó.
Candado heredó su apodo del papá, Hernán Ávila Blanco, quien se hizo famoso en el centro de Alajuela por su cerrajería. Y además del apodo le copió la habilidad para el baile, la alegría y el don de gentes.
Cuando tenía 11 años empezó a ayudarle al papá en la cerrajería y por eso a él también le empezaron a decir Candado.
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“Mi papá viajó a varios países, le encantaba conocer de todo, fue a Grecia, conoció el Mediterráneo, estuvo en Argentina, Brasil, Estados Unidos; fue a una semifinal de la Champions y hasta fue doble en una película, tuvo una vida plena y eso es lo que nos da un poco de paz en medio del dolor que nos causa su muerte”, explica el hijo.
“Vivía orgulloso de dos cosas: de ser cerrajero, porque entre mi abuelo y él tenían más de cien años de mantener la tradición, y de haber dejado el alcohol porque en el pasado tuvo mucho problemas con eso. Incluso me contó que llegó a tomar hasta colonias por el vicio. Ya tenía cuarenta años sobrio y eso lo tenía muy contento”, contó Vladimir.
Candado tenía dos cerrajerías --una en el barrio El Carmen de Alajuela y otra en Paso Canoas, adonde viabaja con regularidad-- pero la pandemia hizo que bajaran los ingresos y por eso desde hacía unos meses trabajaba de noche como guarda en el colegio Gregorio José Ramírez, en Montecillos de Alajuela.
El historiador alajuelense Rónald Castro explica que Candado formaba parte de ese grupo histórico de señores que se sienta a compartir anécdotas en el parque central manudo, por eso era tan popular.
Vladimir era único, amaba la música y siempre pasaba escuchando canciones viejas que le alegraban el alma. Su elegancia lo distinguía, siempre que salía a cualquier lugar vestía formal y con saco. Además le encantaba usar cadenas de plata y anillos, eso también llamaba mucho la atención.
Era común verlo en una de las bancas del parque de los Mangos, por eso lo del lazo negro cuando se conoció su muerte. En redes sociales se ha comentado que sería bueno que la municipalidad coloque ahí una plaquita en honor de Candado.
El alcalde, Humberto Soto, dijo que aún no han contemplado esa posibilidad.
Pero ya el pueblo habló y el lazo negro en el mango es un sentido homenaje de quienes lo quisieron.