“Doña Priscila, ¿usted sabe cómo hacemos para escribir en estas cosas?”. Esa fue la pregunta que le hicieron a doña Priscila Omodeo Chaves, los más jovencillos de sus compañeros de trabajo cuando vieron entrar cuatro dinosaurios a la farmacia del hospital de San Carlos. Eran cuatro máquinas de escribir.
Ella tiene 48 años y trabaja en la farmacia del hospital sancarleño, al ver las máquinas de escribir doña Priscila sintió de inmediato un calorcito en el corazón porque se acordó de su papá, don Elio Omodeo (ya falleció), quien también escribió muchos años a máquina en el hospital viejo.
Para esta sancarleña de la pura cepa, aquellos dinosaurios son muy conocidos, ya que en el Liceo de San Carlos aprendió a escribir a máquina, con la profe Eilyn Carranza, porque que la especialidad tecnológica que llevó fue Secretariado y se afinó sacando el Secretariado Ejecutivo Bilingüe cuando la actual Universidad Técnica Nacional sancarleña era el Colegio Universitario de Alajuela (CUNA) y la profe de mecanografía era doña Marielos Hidalgo.
Fue así que doña Priscila pidió pista, se acomodó perfecta, como en los viejos tiempos, agarró aire, recordó a sus dos profesoras quienes siempre le exigieron no menos de 60 palabras por minuto, le metió la primera etiqueta de recetas a la Olimpia, volvió a ver a sus compañeros y les dijo: “A correr que hay muchas etiquetas que mecanografiar”.
Hasta la palabra mecanografear fue nueva para los más carajillos que están acostumbrados a usar la palabra digitar.
“Es una experiencia muy bonita acordarme de papá. Tenía bastantes años de no tocar una máquina de escribir, incluso, los dedos ya no responden igual, eso sí, recuerdo muy bien todas las indicaciones de mi profesora del CUNA, doña Marielos. Es volver a los tiempos de estudiante. Me sorprendió mucho volver a ver una máquina de escribir Olimpia de las grandotas, aquellas que usó mi papá.
“También me llamó la atención mis compañeros que me preguntaban cómo escribía uno en esas máquinas. Porque el teclado de una computadora es suavecito y estas máquinas hay que escribir con fuerza. Me hizo mucha gracia verlos sorprendidos y cómo se corrían como huyéndole a la máquina”, nos comentó doña Priscila.
Le encantó a doña Pris, como le dicen de cariño, ver que en el hospital corrieron con la única misión de que la atención a los pacientes no se detuviera.
Es que en farmacia se tienen que hacer las etiquetas de los medicamentos y si se hacen a mano, los diferentes tipos de letra pueden provocar un error de lectura y hasta de cantidad de dosis, por eso era fundamental, seguir haciendo las etiquetas con buena letra y ahí fue cuando la vieja guardia sacó pecho.
Aparatos desconocidos
La doctora Alejandra Montes de Oca tiene 37 años, también trabaja en la farmacia del hospital de San Carlos y jamás en su vida había tocado uno de esos aparatos tan viejos; sin embargo, le fue menos rudo porque dentro de los cuatro dinosaurios había una máquina electrónica y esa sí es más suavecita para escribir.
“Ante el hackeo en la Caja del Seguro nos pusimos a correr para que no se dejaran de atender pacientes y que las etiquetas salieran con letra clara.
“Nunca había tocado una, no sabía nada, pero junto con una compañera, poco a poco, nos fue fácil usarla, todo fue cuestión de acomodarnos.
“A pesar de que todo fue un poquito más lento, se logró el objetivo de entregarle los medicamentos al paciente como cuando había computadoras y todo se imprimía automáticamente”, explicó la farmacéutica.
En carreras
La doctora Evelyn Sandí es la directora de Farmacia del hospital sancarleño y desde la madrugada del pasado 31 de mayo fue informada del hackeo y de inmediato comenzó a analizar cómo hacía para sacar la tarea del día.
“Me acordé de las máquinas de escribir y junto con el compañero de bodega, Byron, y la técnica administrativa, Suseth Quirós, nos fuimos por casi todas las oficinas preguntando si alguno todavía tenía una máquina de escribir, fue así que encontramos cuatro.
“Tuvimos que limpiar las máquinas y en Proveeduría, por dicha, encontramos las cintas con tinta que se ocupan y así fue que se comenzaron a usar para poder despachar todas las recetas del día. Hubo que correr mucho, pero se cumplió con los pacientes, nadie se fue sin su receta”, explica la doctora Sandí.
Nadie vende
Este 2 de junio realizamos un pequeño recorrido por Chepe centro intentando encontrar una máquina de escribir. Visitamos la librería Lehmann en donde nos dijeron que hace añales no venden, pero sí que tenían la tinta bicolor (negro y rojo) de repuestos, valen 1.600 colones el carretillo.
En la librería Universal hace años no venden nada de nada que tenga que ver con máquinas de escribir.
Fuimos a algunas compra y ventas josefinas a ver si usadas podíamos ubicar, pero tampoco. En La Cueva nos dijeron que casi a principios de los años dos mil dejaron de recibirlas. Sí nos recordaron que cuando las recibían para empeño daban entre 30 y 50 mil colones. Las de la marca Olimpia eran las que se pagaban más caro.