Doctor Mauro Fernández, sexólogo
La viruela “clásica” y la viruela del mono, que es la más reciente, no son consideradas enfermedades de transmisión sexual.
Es decir, no son enfermedades venéreas. Sin embargo, estos virus tienen la característica de que se transmiten de una persona a otra a través del contacto estrecho de la piel, y a veces por gotas de aliento y objetos contaminados.
Por eso toda labor que implique contacto corporal representa un riesgo de contagio. Así las trabajadoras sexuales se exponen a ese peligro al igual que el personal hospitalario, los masajistas, los cuidadores de enfermos, entre muchos otros oficios y profesiones.
Los miembros del hogar de una persona que se infecta podrían adquirir la enfermedad, incluyendo los niños, que junto con las personas mayores y las personas con defensas bajas son los que tienen más riesgo de enfrentar complicaciones.
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Aunque esta viruela provoca síntomas generales como fiebre, cansancio, dolores musculares, dolor de cabeza y espalda, el rasgo más característico y útil desde el punto de vista preventivo es el brote en la piel.
Las lesiones usualmente se presentan en la cara, palmas de las manos, plantas de los pies, cuello, ingle, la zona genital y el área anal. Su cantidad es variable, así pueden ser pocas o hasta miles.
Su aspecto es característico, son lesiones planas o ligeramente elevadas, con un líquido transparente y otras veces amarillento, que con el tiempo forman costras que se van secando y se van cayendo.
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El brote surge de dos a tres días después de que se presenta la fiebre y puede durar entre dos a tres semanas, momento en el que desaparece espontáneamente.
En países como el nuestro, que cuenta con unos cuantos casos, en estos momentos el riesgo se concentra sobre todo en las personas que viajan y en general es importante evitar acercamientos con aquellos que tengan brotes en la piel de estas características, y de reciente aparición.