La luz azul es parte del espectro de luz visible (lo que somos capaces de percibir con la vista) porque está presente en muchas fuentes de luz artificial, como los dispositivos electrónicos y las luces LED. Sin embargo, su exposición excesiva puede tener efectos negativos en la salud ocular y el bienestar general de las personas.
El doctor Paul Münkel nos explicó que la luz azul puede afectar el ritmo circadiano, el cual regula el ciclo de sueño y vigilia del cuerpo. En este sentido, una exposición adecuada a la luz azul puede ayudar a mantener un buen equilibrio en este ciclo.
No obstante, la exposición excesiva a la luz azul puede generar problemas oculares como fatiga ocular, sequedad e irritación de los ojos. Además, puede interferir con la producción de melatonina, una hormona que regula el sueño, lo que puede provocar dificultades para conciliar el sueño.
Además de estos efectos, la exposición prolongada a la luz azul puede aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades oculares graves. Por ejemplo, se ha asociado la exposición a la luz azul con un mayor riesgo de Degeneración Macular DMAE, una enfermedad que afecta la visión central y puede llevar a la pérdida de la misma. También se ha observado que puede aumentar el riesgo de formación de cataratas, una condición que nubla el cristalino del ojo.
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Afortunadamente, existen medidas que podemos tomar para protegernos de la luz azul y reducir sus posibles efectos negativos en nuestra salud ocular, una de ellas es limitar el tiempo que pasamos frente a las pantallas de dispositivos electrónicos, especialmente durante la noche. Además, podemos utilizar filtros de luz azul, diseñados para reducir la exposición a esta luz emitida por las pantallas LED.
Por eso es importante tomar medidas para protegernos de su exposición excesiva y así preservar nuestra salud visual a largo plazo.