La serie de reportajes de La Teja sobre la adicción a los juegos de azar, que se iniciaron el pasado domingo y que continúan hoy en la segunda página del periódico, son alarmantes porque nos mete en un mundo que se sale de los casinos, su ámbito más natural críamos, y además sus víctimas son las personas de clases más necesitadas.
La información y los casos suministrados por Jugadores Anónimos, grupo que intenta ayudar a a estas personas, nos dicen que hay un porcentaje importante de ticos que son presa de los tiempos ilegales, de los chances y de la lotería. Uno de los casos más sorprendentes es el de una ludópata, adicta a los tiempos, quien llegó a pegar ¢6 millones, pero lejos de aprovechar esa plata, y como una característica común de esta enfermedad, la ambición la hizo querer más y terminó perdiendo la millonaria cantidad, pero eso no fue todo.
Comenzó apostando cinco tejitas, depués eran ¢20 mi, ¢40 mil diarios, plata que tenía para comprar comida o pagar alquiler e incluso llegó a robar en el trabajo.
En las maquinitas tragamonedas, esas que encontramos en pulperías e incluso en barberías del barrio, los menores de edad empiezan a ser atraídos. Con meter una tejita se ilusionan en pegar un acumulado de ¢5 mil y por allí se inician en esta peligrosa actividad, en que dependiendo del nivel social así es el impacto, porque sabemos de personas adineradas que han perdido el carro, la casa y la familia en los casinos. Lo dramático de los reportajes de La Teja es que las víctimas son casualmente las personas más necesitadas, las cuales con la difícil situación económica que vivimos ven en estos juegos, como los tiempos o los chances, la posibilidad enfermiza de un respiro y allí entran en la peligrosa bola de nieve.