Me llaman unas amigas para invitarme a salir, mentalmente escaneo la billetera, la cuentita del banco, el estado de la tarjeta de crédito, de los días que faltan aún para el próximo pago y por supuesto cuánta plata me queda. Contesto que está bien, aunque no con un futuro muy alentador.
En eso el güila me recuerda del regalito del sábado y la cuota de lo otro. Respiro y pienso que yo tenía más platilla ¿Qué la hice, la perdí o la gaste? Rebusco en la billetera y nada.
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Me comunico con las amigas les pregunto que si les gustaría mejor llegar a mi casa que es más tranquilo, que por aquí no bajan placas y que así yo les preparo algo rico (la verdad es que a conciencia no puedo gastar).
Sigo pensando en el billete de diez rojos que yo no usé. Me voy a buscar el regalito del amigo secreto, pago con la tarjeta de crédito casi llorando y en lo que voy a sacar unas de esas tarjetas de cliente frecuente que uno nunca usa, pero que se ven muy bonitas en la billetera. Para mi sorpresa, me salta el billete ¡Que felicidad es encontrarse al mudo!
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Columna hecha por la periodista Cindy Mata Chivi.