Un nicaragüense sacó de su vocabulario el “no” para comenzar una nueva historia en Costa Rica, luego de que en el 2018 tuviera que dejar su patria, debido a la crisis política de su país y gracias a su entereza, Jefferson López ha logrado tener varios negocios en Tiquicia.
Hoy, Jefferson es el dueño de La fritanga nica, un restaurante que se ubica en Paraíso de Cartago y además tiene un instituto llamado Academia Costarricense de Servicios Profesionales, en donde da cursos para asistentes de pacientes. Por otro lado, también tiene una empresa llamada Los Ángeles, en donde brinda servicios médicos.
Jefferson y su familia es de Masaya, pero a los 16 años se fue para Managua a estudiar medicina. Allá se graduó como anestesiólogo y luego se trasladó a León, en donde trabajó en un hospital durante seis años.
Allá estaba feliz, pero en el 2018 comenzó a ver una serie de cosas que no iban con él y por eso ayudaba a personas que se oponían al régimen de Daniel Ortega.
“No me gustan las injusticias y por eso le daba medicamentos y botiquines a algunas personas y en ese entonces había cosas que me hicieron pensar en salir del país, pero eran leves pensamientos.
“Un día hubo un estallido y varios doctores vieron que era insostenible quedarse, algunos compañeros y amigos decidieron venirse a Costa Rica”, recordó.
La gota que derramó el vaso fue la detención de la madre de un colega. Las autoridades lo obligaron a revelar nombres de personas que estaban colaborando con los opositores al régimen y ahí, la dictadura de Ortega se enteró de lo que él hacía.
“El 13 de noviembre, unos vecinos me dicen que la policía estaba afuera de mi casa, no lo podía creer, la cuadra estaba cerrada, iban casa por casa con los muchachos que mi colega mencionó, ahí me di cuenta de que no podía estar más.
“Fue la última vez que estuve en León, unos amigos me llevaron a una casa, alisté unas cosas y llegué a Costa Rica el 15 de noviembre, sin nada, apenas mi pasaporte, mi cédula y menos de 20 mil colones”, afirmó.
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De cero
López llegó al país para comenzar de cero. Gracias a unas personas pudo vivir en una construcción en Montes de Oca y de paso aprovechaba para cuidarla y luego breteó como guarda.
Jefferson se puso las pilas y comenzó a buscar la forma de impartir clases y lo llamaron de un instituto, ahí le ofrecieron dar clases una vez a la semana.
“Me fui a vivir a La Carpio y en el instituto vieron que tenía potencial para dar clases y me contrataron por más tiempo. En ese tiempo logré atender a algunos adultos mayores y un amigo me animó para abrir una empresa de asistencia de pacientes.
“Abrimos Los Ángeles, pero pasamos 9 meses sin un pacientes y luego ya nos llegó una señora y ahí comenzamos a tener pacientes de varias partes del país, de San José, Heredia, Pérez Zeledón. Le metimos publicidad y todo salía bien y eso también me ayudó a ser buscado por otros institutos y poco a poco se me fueron abriendo más puertas”.
Jefferson manifestó que no llegó al país de forma ilegal, pero le costó ponerse en regla con sus documentos. Cuando ya pudo tener la residencia ingresó a una universidad, para validar sus títulos y seguir trabajando en medicina y también abrió otro proyecto: la Academia Costarricense de Estudios Profesionales, en donde se dan clases para trabajar en servicios médicos y ofrecen becas a estudiantes de bajos recursos.
A seguir
Este muchacho no se puede quedar quieto, quería seguir creciendo y luego de la pandemia, por ahí del 2022, se fue a vivir a Cartago y vio que en la zona no había restaurantes de comida nica y creyó que sería la oportunidad de hacer algo diferente.
“En Paraíso veía un local, pero estaba ocupado. Yo pasaba por ahí y decía que me gustaría tener un restaurante y para mi suerte, en poco tiempo vi que se desocupó y buscaban alquilarlo.
“El local se prestaba a la perfección para sacar una parrilla y hacer una fritanga (asado con gallo pinto, queso, tortilla y plátano maduro, entre otros) y me puse a correr para abrir el restaurante. No tenía ni una olla y poco a poco fui dándole el concepto que quería y ‘La fritanga nica’ abrió sus puertas en agosto del año pasado”.
Este pulseador contó que en su negocio no se venden otros productos que no sean originarios de su país. Si algo quiso hacer Jefferson desde un inicio fue que en la fritanga se vendieran solo comida y bebidas nicaragüenses y eso, cree que ha sido la clave del éxito. En el restaurante venden quesillo, sopas, vigorón, cerdo adobado, enchiladas y pescado.
“A la gente le encantó desde el inicio, porque nuestra esencia es tener un pedacito de Nicaragua y nos han pedido que abramos en otros lugares y creemos que en menos de un año tendremos otra sucursal. No sabemos si en San José o en Heredia y quiero tener una Fritanga en todas las provincias”, anhela este empunchado muchacho.