La pista a reventar. El ambiente de fiesta hasta se podía respirar. La música a la orden de la noche. El bailongo en lo más y mejor. Todos gozando, disfrutando, moviéndose y hasta sacando los pasos prohibidos. En medio de todo eso, Wilfrido Chavarría, un carajillo de 45 años, bailando sabrosamente.
¿Cuál era ese lugar de baile tan cargado de fiesta? Pues les contamos que era nada más y nada menos que el “Salón de Baile Plaza de la Democracia”, así como lo lee, en el puro centro de la plaza ubicada al costado oeste del Museo Nacional, en Chepe centro.
El pasado miércoles 17 de abril fue la cita de un bailongo organizado y convocado por la Asociación Cultural del Swing y el Bolero Costarricense (Aswingbol, fundada el 11 de abril del 2014). Todos los segundos miércoles de cada mes hay cita fija, siempre y cuando no llueva. No se paga ni un cinco.
Ese 17 de abril era especial porque la Aswingbol celebraba sus 10 años de fundada y aseguró un baile a todo meter, por eso hubo una tremenda asistencia que le puso bonito al baile. “Era una cita a la que no podía faltar”, comentó don Wilfrido.
Vamos a ser bien sinceros, ni nos habíamos dado cuenta que don Wilfrido era no vidente. Es que ustedes no se imaginan lo que se mueve. Es un duro para bailar swing y bolero criollos, cuando uno se le queda viendo fijo más bien parece que vuela: tiene ritmo, tiene tumbao, tiene pasos prohibidos, tiene picante y un especial “sóngoro cosongo”, que es exacto al que nos recetaba la mismísima Celia Cruz.
“Él es no vidente”. Nos soplaron al oído, pero no creímos. No, no puede ser. Es una pura jetonada porque llevamos rato viéndolo y no pierde el ritmo, es más, es uno de los que mejor se mueve entre los presentes. Dudamos un poquitico porque andaba anteojos oscuros, pero hoy día eso es normal incluso en la noche, la duda fue pequeña.
Sin mentirles, lo tuvimos que arrancar de la pista para poder confirmar que era no vidente. Todavía hablando con él lo dudábamos, pero él mismo nos lo confirmó y en medio de la pista de baile, con buen swing criollo, don Wilfrido nos atendió muy amablemente.
Accidente
“Sufrí un accidente de tránsito hace 13 años. Ese accidente provocó que perdiera la vista por completo y que perdiera la memoria, también por completo. Me tocó arrancar de cero otra vez. Me dicen que antes del accidente yo bailaba poquito, la verdad no me acuerdo.
“Ya sin vista, digamos que volví al baile. Gracias a un amigo que tiene una academia en San Antonio de Coronado (Dancetouch) recomencé en el baile y fui recobrando la memoria bailarina, eso sí, tuve que aprender de cero”, nos comentó este vecino de San Antonio de Coronado.
Cuenta el bailarín que él iba manejando una motocicleta recién comprada y pegó de frente con un carro que se le atravesó en San Pedro de Montes de Oca.
Su cabeza pegó durísimo contra el carro. Del accidente en la calle pasó a estar en coma 4 meses y otros 8 inconsciente. Al irse recuperando no veía nada y no se acordaba de absolutamente nada de su vida pasada.
Además, don Wilfrido perdió el olfato y el gusto. Sus rodillas también sufrieron, pero no tanto como su cabeza, así como otras partes del cuerpo que ya ni se acuerda bien.
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Unción de los enfermos
Justo el pasado 17 de abril, cuando iba saliendo de su casa, su mamá, doña Flor de María Chaves, le dijo: “Es increíble que vaya a bailar hoy”.
Él le preguntó por qué y ahí le confesó algo que no le había dicho: “Mi amor, antes de que usted se despertara del coma, llegó el doctor y me dijo que tenía que firmar un papel, yo creí que era firmar la salida. No era la salida, era el último papel porque me lo iban a desconectar de las máquinas y era seguro que usted se me moría, por eso el doctor llegó con un sacerdote que incluso le echó los santos óleos. Me dijeron que si de alguna forma sobrevivía sería como un vegetal”, le contó entre lágrimas la mamá, quien aquel día se llenó de fe y no quiso firmar ese papel.
“Cuando digo que recomencé de cero en el baile es verdad, no sabía ni cómo moverme. Uno de mis mayores miedos era golpear a la pareja. Fui aprendiendo poco a poco gracias a u amigo de la academia. Me echaron los santos óleos y ahora bailo y bailo.
“A la hora de bailar me guío con el movimiento de las manos. Me esfuerzo por llevar bien ese ritmo con mi pareja y ellas siempre me ayudan mucho, como cuando me advierten con un solo toque que hay alguien muy cerca de nosotros y así evito golpearlos”, explicó el coronadeño y hasta ahí llegó la conversada porque la pista estaba ardiendo y exigiéndole que volviera.
Bailongo a cielo abierto
Don Eric Madrigal Venegas es el presidente y fundador de Aswingbol, él nos explicó por qué la pista de baile en la plaza de la Democracia.
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“Este es un espacio que reúne a la comunidad de bailarines de swing y bolero criollos del país. Se hace en espacio público para recuperar estos bailes tradicionales costarricenses y que las comunidades, los barrios, lo mantengan siempre vivo.
“La idea es que quien vaya pasando, ojalá que nunca haya visto bailar el swing y el bolero criollos, vea que esto es parte del patrimonio cultural inmaterial de Costa Rica y que es un patrimonio que está vivo, actual, alegre y creciendo con bastante fuerza, por eso hoy (el pasado miércoles) estamos cumpliendo 10 años como asociación y con este tipo de bailes, de la mano con una fundación que se llama Pausa Urbana, cumplimos 7 años”, explicó don Eric.
Hasta que el cuerpo aguante
Otro que encontramos en media pista fue a don Alfonso Solano Granados, de 74 años y vecino de Cartago, quien nos aseguró que nació bailando. “Nací en un mes de fiesta, diciembre, en 1949, por eso nací bailando”, confirma.
“Soy de San Rafael de Oreamuno, de Cartago, pero aprendí a bailar viniendo a lo salones de baile de San José: La Terraza, al Herediano, el Buen Día, el Rancho de Lencho, el Tobobán, Los Maderos, El Jorón, Garibaldi. Siempre bailé, desde que tengo uso de razón.
“Hasta el día de hoy bailo y lo seguiré haciendo hasta que el cuerpo aguante. Yo estoy seguro que me voy a morir en la pista de baile, entonces me voy a morir bien alegre porque el baile ha sido mi vida, mi pasión, mi alegría, mi desestrés, ha sido todo”, reconoció.
Johanna Jiménez, conocida en el mundo del baile como Joy, tiene 45 años y también nació bailando. Es vecina de Desamparados. “Aprendí a bailar en la calle desde muy chiquilla. Viendo y viendo fui aprendiendo.
“Para mí bailar es como un mundo especial y diferente. Cuando uno baile se transporta, desaparecen preocupaciones, estrés, problemas económicos, problemas de la casa, desaparece todo. Bailaré hasta el último día de mi vida de eso estoy segura”, aseguró Joy.
Antitos de irnos nos llamó la atención un señor con muchos aretes en una misma oreja, entonces lo fuimos a buscar. “Me llamo Alexis Mosquera, me conocen como Aretes, soy de Alajuelita, en realidad soy de todos los barrios del sur”.
Eso fue lo único que pudimos hablar, nos lo arrancaron de las manos para llevárselo a bailar porque tiene un tumbao que se lo hubiese envidiado hasta Pedro Navajas si no lo hubiese matado aquella mujer.
Fue un bailongo precioso, familiar, sano. Había quienes llevaron café, otros gallitos de plátano con carnita mechada, otras cargaban su hidratante. Llegó a dar unas rápidas clases de baile la instructora Gabriela Vergara y se lucieron con un show los de la academia Black and White.
Ya sabe. Segundos miércoles de cada mes, pero para confirmar, métase al Facebook: “Asociación Cultural del Swing y el Bolero Costarricenses”, porque ahí confirman el bailongo.