Un hombre, de 38 años, que vivió en las calles por culpa de las drogas, le pide a Dios que le permita algún día celebrar el Día del Padre con un bebito en los brazos.
El hombre, cuyo nombre no vamos a mencionar por tratarse de un testimonio doloroso, contó a La Teja que sus adicciones lo hicieron perder sus valores, su trabajo y hasta su familia, pero ahora lucha por recuperar todo eso.
Él está internado desde hace seis meses en la Casa Hogar San José, en La Sabana, de la Pastoral Social de la Arquidiócesis de San José, y asegura que se siente muy agradecido con Dios por el cambio que ha dado su vida en los últimos meses.
“Lo perdí todo por mis adicciones, lo último que perdí fue el trabajo y cuando me dieron la liquidación pensé en alquilar un lugar para vivir, pero terminé gastándome la plata en drogas y durmiendo en un búnker. Estuve tres meses viviendo en la calle, la plata que medio recogía la usaba para comprar más droga, no comía y llegué a robar para consumir drogas.
LEA MÁS: A hombre con cáncer que le quedan dos años de vida le negaron el ROP por una sorprendente razón
“Un día me llamó mi hermana y me dijo que por qué no cambiaba mi vida, me dijo que fuera al IAFA. Primero le dije que no, pero luego lo pensé y acepté buscar ayuda. Estuve unos días en un centro en Cartago y luego me dieron la oportunidad de entrar en Casa Hogar y ese lugar me cambió la vida”, aseguró el hombre.
Él cuenta que la Navidad pasada la pasó en el centro y que la disfrutó muchísimo sin necesidad de las drogas, algo que le abrió la mente y lo hizo darse cuenta de que Dios tiene un gran poder.
Aprendió a hacer pan
El paciente en recuperación forma parte de un proyecto del centro en el que les enseñan a hacer pan.
“Me siento lleno de vida y me encantaría algún día ser papá, por eso desde ya estoy trabajando en reconstruirme para darle un buen ejemplo a los hijos que vaya a tener, si Dios me lo permite”.
El sacerdote David Solano Chaves, delegado episcopal para la Pastoral Social Caritas Arquidiocesana, cuenta que el proyecto del pan es una gran herramienta.
LEA MÁS: Tica usa uno de los productos de la sopa negra para hacer confites y jalea
“Los pancitos son parte del proceso terapéutico de las personas que se internan en nuestro centro de tratamiento Casa Hogar San José, es una parte integral porque se les enseña la labor de panadería, de vez en cuando tenemos algún panadero de alguna corporación que nos da cursos para los muchachos, o los que llevan más adelantado el proceso les ayudan a los otros.
“Luego viene todo el proceso de responsabilidad, se les enseña a manejar temas de manejo del dinero, porque ellos mismos se encargan de la colocación del pan en el punto de venta, en La Sabana.
Los muchachos hacen todos los días bonetes dulces, elaboran entre 100 y 200 bolsas de pan diarios y todas se venden el mismo día, es decir, siempre hay pan fresco.
“Este proceso es importante porque permite a las personas que están en el albergue la interacción con los compradores, eso les genera habilidades sociales para que cuando terminen su proceso puedan reinsertarse laboral y socialmente”, aseguró el sacerdote.