Mario Segura Calderón, de 66 años, y su mamá Grace Calderón Meneses, de 95, murieron el pasado viernes, con tan solo 14 horas de diferencia, a causa del covid-19.
Ericka Segura, hija de don Mario y nieta de doña Grace, dice que siente un terrible dolor al saber que ya no volverá a ver a sus dos familiares y que no los pudieron despedir como hubieran querido.
“Mi papá fue un gran hombre, un ejemplo de vida increíble porque luchó por superarse siempre, se graduó como licenciado en Administración de Empresas y aplicó sus conocimientos en un trabajo que amó hasta el día en que se pensionó. En el Hospital de Niños (donde fue jefe de Transportes) lo querían muchísimo, dejó una gran huella, los excompañeros están sorprendidos y muy dolidos.
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“Eran dos personas únicas y se dieron a querer hasta el final. Los trabajadores del hospital Calderón Guardia, donde murieron los dos, nos contaron que mi abuelita les dejó una impresión increíble por su alegría y su forma de ver la vida, porque hasta historias les contó mientras estuvo ahí”, expresó.
Juan José Quesada, nieto de doña Grace, la describió como una mujer alegre hasta el fin de sus días y muy cariñosa.
“Siempre se entregó a su familia, fue una gran esposa por más de 50 años hasta que mi abuelito murió, tenía tres hijos, nueve nietos y siete bisnietos. Pese a que ya estaba mayor nunca necesitó ayuda para sus cosas personales, solo que no le gustaba cocinar entonces las hijas le hacían la comida.
“Le encantaba la Sonora Santanera y disfrutaba mucho la comida chatarra: las hamburguesas y todas esas cosas, también recuerdo que cuando tomaba café le gustaba hacerlo con empanaditas de piña, era muy devota de la Virgen María y fue un ejemplo de vida hasta el final”, contó.
Días muy duros
Madre e hijo vivían en barrio Córdoba, en Zapote, y los dos empezaron con los síntomas de la enfermedad en la última semana de abril, unos ocho días después de que a la adulta mayor le pusieran la segunda dosis de la vacuna contra el coronavirus. Mario aún no había recibido ninguna dosis.
Ericka contó que al principio ellos sentían como una gripe normal y cuando se dieron cuenta de que era covid-19, les pagaron un servicio de médico en casa para que los tuvieran controlados a los dos.
“Empezaron a tener problemas de oxigenación y les pusieron oxígeno a cada uno en su cuarto, un día llevamos a mi abuelita a la Clínica Bíblica, ahí la estabilizaron y la mandaron para la casa.
“Mi papá llegó a tener una oxigenación de 82% (lo normal es que esté entre 95% y 100%). El sábado 1° de mayo lo llevamos al Hospital Metropolitano, pero ahí nos dijeron que lo mejor ella llevarlo a un hospital de la Caja porque ellos no tenían los equipos para tratar a un pacientes con esos niveles de oxigenación. También lo llevamos a la Clínica Bíblica y nos recomendaron llevarlo a un hospital público, entonces lo llevamos al Calderón y lo dejaron internado”, relató.
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Un día después, el domingo 2 de mayo, fue a doña Grace a la que tuvieron que llevar al Calderón, donde quedó internada.
“Cuando mi abuelita llegó al hospital pudo ver a mi papá, según nos dijeron estuvieron hablando, no sabemos qué se dijeron, pero esa fue la despedida entre ellos.
“Ella era asmática, el viernes pasado nos avisaron, pasadas las 4 de la mañana, que había tenido un paro y había muerto”, dijo Ericka.
Los allegados la sepultaron ese mismo día en el cementerio Montesacro, en San Francisco de Dos Ríos.
A las 6:30 de la tarde, poco después de que habían llegado del funeral de doña Grace, recibieron la noticia de que Mario había muerto, el dolor no les cabía en el pecho.
“A mi papá le habían pedido la autorización para intubarlo en caso de ser necesario, pero él se negó. Un día antes de que muriera una doctora me llamó y le dijo que por favor hablara con él porque estaba muy mal. Lo llamé y hablamos por última vez, le dije que él era una de las cosas más grandes que Dios me había dado, que siempre fue un superpapá y que necesitaba que luchara por sobrevivir y me dijo que lo iba a hacer, al día siguiente se quedó dormido y no despertó mas. Él murió sin saber que abuelita había fallecido”, contó la allegada entre lágrimas.
Ericka asegura que ella y su familia no le desean a nadie un dolor tan grande como el que están viviendo.
“No entiendo cómo hay gente que no se cuida ni cuida a los suyos, la pandemia es real, ya a nosotros nos golpeó y por partida doble, lo que estamos viviendo es terrible, perdimos a dos seres que amamos con toda el alma, ¡por favor cuídense!”.