La historia de Yurelia y Fiorella Arias Rocha salió del baúl de los recuerdos este viernes, como un ejemplo de esperanza para los padres de los Ezequiel y Samuel.
Los pequeños, también siameses e hijos de Evelyn Badilla y Stallin Núñez, fueron operados este viernes en el Hospital de Niños para separarlos, porque nacieron unidos por la cabeza.
Yurelia y Fiorella nacieron unidas por el abdomen y el tórax el 30 de agosto del 2005. Ellas fueron protagonistas de un milagro médico que les cambió la vida hace 10 años, cuando el 12 de noviembre del 2007 el equipo del hospital infantil Lucile Packard las separó, en Palo Alto, California.
Desde entonces comparten su vida entre sus actividades normale y los controles médicos que se necesitan para garantizar el éxito de su operación.
"Sabemos lo que está pasando esa familia, nosotros pasamos por eso y sabemos lo duro que es y la impotencia que se siente al no poder hacer nada, solo esperar", indicó su hermana Kenyi Rocha, quién las acompañó para que conversaran con La Teja en el centro comercial Plaza América, en Hatillo.
Kenyi es la que más tiene recuerdos de lo difícil que fue ver a sus hermanas partir. Ella tenía 10 añitos cuando su mamá viajó a Estados Unidos. "Fue como estar huérfana por un año, porque solo nos enterábamos de lo que pasaba por el periódico y la televisión", contó que fue un tiempo de mucho miedo, el que saben que tal vez están sintiendo Evelyn y Stalin.
"Es duro, hace 12 años nosotros lo vivimos, aprendimos a vivir con el trajín de los medios y las preguntas ¿Qué va a pasar, ¿Van a sobrevivir? Ese era el miedo que si iban a aguantar la operación" explicó la jóven.
"Lo que les podemos decir es que pongan todo en manos de Dios, es el único que les puede dar la fuerza y que estén unidos y que nunca dejen de creer que tengan mucho fe", explicó Kenyi.
Además de mantener la fe, les recomienda confiar en los médicos que están cuidando a sus hijos y mantenerse unidos como familia.
"Una vez que salgan de la operación hay que hacerle caso a todas las recomendaciones de los médicos, atender a todas las citas y cuidar su alimentación", dijo Kenyi.
La joven explica todos en la familia apoyan y procuran que las niñas tengan una vida normal, porque el camino es largo, pero con cada día que pasa se llenan de esperanza.
Un reto de vida constante
A simple vista nadie puede imaginar su historia, mientras conversábamos con su hermana ellas estaban atentas a su celular, viendo mensajes y usándolo de espejo, en especial Fiorella, que le preocupaba que una espinillita en la cara la hiciera verse mal en la foto.
Aunque hoy sus vidas no están completamente fuera de peligro, disfrutan de lo que su condición les permite.
"Me gusta usar mi teléfono, leer cuentos y poesía, también me gusta cantar, bailar y escuchar música de K-pop", dijo Yuriela.
Fiorella sigue soñando con salvar animales y hacerse veterinaria, mientras Yuriela cambió el sueño de estudiar medicina por diseño de modas: "mi sueño es crear mi propia línea de ropa, diseñarla y coserla por mi cuenta", explicó.
Viajan juntas al colegio, comparten las clases y, sobre todo, este deseo de comerse el mundo en un bocado, lo que confiesan que asusta a su mamá, que las cuida y tiene en la mente todos los días las recomendaciones de los médicos para mantenerlas sanas.
Su casa sigue siendo en Alajuelita, estudian en el colegio Ricardo Fernández Guardia (conocido como el Gallinero) y viven rodeadas del amor y cuidados de su familia, que esperan con ansias el día que las den de alta.
De su historia como siamesas solo una cicatriz se asoma tímidamente en su pecho en el que guardan los sueños de estudiar. "Nosotras no nos acordamos de nada, sí nos han contado que fue muy difícil para nuestros padres, pero de la operación y el tiempo en el hospital no tenemos recuerdos", dijo Yurelia con la complicidad de su hermana Fiorella.