Doña Mireya Ugalde Alvarado se acuerda perfectamente que el 1 de noviembre de 1971, en un pequeño acto oficial, la Municipalidad de San José le informó al país que comenzarían a funcionar 380 parquímetros en la capital y los cuales serían cuidados y vigilados por trece mujeres con el rango de oficiales municipales y a quienes se les conocía como parquimetristas.
Ella nació en Olla Cero de Palmar Sur, hoy tiene 73 años, un hijo, seis nietos y dos bisnietos. Es viuda y siempre les cuenta llena de orgullo a sus nietos y bisnietos que ella fue parte del primer grupo de oficiales municipales mujeres que vigilaron los parquímetros en el centro de Chepe.
“Comenzamos trece mujeres. Dos oficiales de tránsito nos capacitaron en temas como cortesía, conocer perfectamente las calles y avenidas, además de las leyes de tránsito. Tenía 20 años para aquel entonces, no sabía nada de esos temas. Sí tenía mi bachillerato, pero como venía recién llegando de Palmar Sur, ignoraba casi todo sobre la capital.
“Comenzamos trece y no había un solo hombre. Al año siguiente se unieron otras trece mujeres. Jamás olvidaré que, para el acto inaugural, en los jardines del Banco Central, estaba muy nerviosa”, recordó esta vecina de Hatillo 8.
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Sobre ese momento histórico, el periódico La Nación publicó una nota titulada: “Operan ya 380 parquímetros”, además, aseguró que “el regidor Johnny Ramírez informó a La Nación que están instalados 380 estacionómetros de los 500 que constituyen la primera etapa. La inversión es de unos 380 mil colones.
Indicó que funcionarán a partir de las seis de la mañana, durante doce horas consecutivas. Es decir, a las seis de la tarde salían de bretear.
Nervios
Luego del pequeño acto oficial les tocó a las trece elegidas irse a la calle a poner orden con los parquímetros y doña Mireya iba supernerviosa, con un tremendo susto porque en 1971 casi el cien por ciento de los que manejaban carros eran hombres.
“Teníamos que cuidar muy bien que los carros respetaran las zonas de parqueo, que se parquearan bien y que le echaran las monedas al parquímetro. En 1971 Costa Rica era absolutamente machista, así que imagínese que muchos hombres, no todos, se enojaban cuando una mujer les ordenaba parquearse bien. Hasta nos gritaban vulgaridades.
“Aquel primer día me tocó cuidar sobre avenida Primera. Nos pasaron muchas cosas porque los hombres no podían comprender que una mujer fuese la autoridad, hasta muertas de hambre nos llegaron a decir. Realmente nos ofendían mucho porque querían parquear donde les daba la gana y sin pagar”, comentó.
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Quien no respetaba a las oficiales municipales se exponía a un parte de diez colones. Para que el parquímetro funcionara se le echaba una moneda de 25 céntimos por quince minutos, 50 céntimos por media hora y un colón por una hora. Las oficiales ganaban como 600 colones al mes.
Doña Rosa Gallo Pizarro, quien hoy tiene 69 años y es vecina de San Rafael Arriba de Desamparados, nos contó que ella fue del segundo grupo de mujeres que se encargó de supervisar los parquímetros.
Mujeres sin manejar
“Nunca vi a una mujer manejando carro. Sí había bastantes carros, pero lógicamente, no tantísimos como ahora. Teníamos dos turnos, de 6 a.m. a 12 p.m. y de 11 a.m. a 6 p.m. Era un trabajo tranquilo y muy bonito, solo se complicaba con los hombres malcriados”, reconoció.
El gran problema que realmente tuvieron se daba cuando necesitaban hacer las necesidades, porque debían buscar dónde hacerlo.
“Había que pedir prestado los baños de cualquier lugar, pero la gente de la soda El Parque, soda Garza, soda Palace, soda Vasconia y Chelles, eran muy buena gente, también los de las tiendas La Gloria, El Globo y la Mil Colores”, recordó doña Rosa.
Tanto doña Rosa como doña Mireya nos contaron que desde aquellos días, creció entre las oficiales una tremenda amistad que se mantiene hasta hoy, tanto así que nunca han dejado de reunirse para recordar esos tiempos y compartir anécdotas mientras disfrutan un cafecito.
El año pasado tuvieron una reunión en Puriscal y la pasaron lindísimo. Siempre recuerdan aquella etapa en la cual usaban un uniforme y se caminaban a diario las calles y avenidas del centro josefino “cazando” a los “malparqueados”.