Todavía le faltaban varias cosas de meter en la maleta cuando hablamos con ella. Superamable, alegre y orgullosa de su trabajo. Nos atendió antes de irse porque “allá en ocasiones la señal no es muy buena y así hablamos más a gusto”, nos dijo.
Yesenia Madrigal Quesada tiene 49 años, dos hijos ya grandes (Leila de 30 años y Arturo de 28) y desde el pasado 18 de diciembre zarpó desde Puntarenas porque es guardaparques en la Isla del Coco, o sea, trabaja a unos 540 kilómetros de su casa.
Nunca se imaginó que trabajaría como guardaparques, lo suyo, más jovencilla, era la mecánica automotriz. Sigue siendo, pero ya menos. Más bien creemos que era su pasión escondida porque sí intentó estudiar Biología Marina, pero no logró nunca la plata suficiente para hacerlo.
Se metió a estudiar Turismo y por ahí se le coló el voluntariado en el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac). Fue voluntaria 17 años y poco a poco se dejó atrapar por el mundo de los guardaparques porque se especializó como buzo profesional.
Un buen día, Yesenia, quien tenía trabajito bueno arreglando celulares y le iba bien, decidió aplicar para la Isla del Coco… y la llamaron.
“Nunca me dio miedo ser guardaparques en la Isla del Coco, pero sí incertidumbre de lo que me esperaba.
“Tenía un tallercito porque soy técnica en celulares y dejé todo y me tiré al agua. Eso fue en el 2018 y hasta el día de hoy no me arrepiento, el viaje ha sido lindísimo. Todos los días aprendo algo nuevo y eso me encanta”, comenta.
El quinto 31 en la isla
Este 31 de diciembre será el quinto en la Isla del Coco.
“Uno trabaja un mes completo y descansa 22 días. El mes en la isla se trabaja las 24 horas. Lógico, sí se descansa, pero si pasa alguna situación a las 2 de la madrugada hay que atenderla de inmediato.
“El único 31 de diciembre que pasé en la casa desde el 2018 fue porque tuve un accidente el 23 de octubre del 2021 y estuve incapacitada. Fue lindo y extraño, vieras que estaba extrañada de pasar con mi familia porque tenía cuatro años seguidos de pasarlos allá (en la isla)”, recordó.
Nos cuenta Yesenia que son como 20 personas las que pasan en la Isla del Coco entre bomberos, guardaparques y científicos, o sea, no es que ella pasa sola con su soledad.
“Es un día lindo el propio 31 de diciembre. Como a las 6:30 de la tarde cenamos. Generalmente la cena es con pavo o con una pierna de cerdo, también hay gaseosas, uvas y manzanas que llevamos, además, hacemos una buena ensalada navideña.
“La gente de la Fundación Amigos de la Isla del Coco son espléndidos con nosotros, siempre nos regalan muchas cositas de comer y para el 31 de diciembre mucho más. No nos podemos quejar, la pasamos muy bien porque a los guardaparques nos chinean mucho.
“En la isla el 31 no es complicado, después de la cena nos damos el año nuevo y nos vamos a dormir por ahí de las 8:30 de la noche, mucho a las 9. Hay ocasiones en que vamos a caminar a la playa, pero nada más”, comenta.
Llevan regalitos para darse entre los casi 20 que están. Yesenia lleva unas tacitas con uvas y chocolates.
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Los guardaparques tienen otra tradición como llevar el estreno de Año Nuevo. Siempre llevan ropita nueva para usarla el propio primero de enero y hasta se vacilan diciéndose que se pusieron la ropa nueva pero que a la familia les costará un poquito verlos porque están a más de 500 kilómetros de distancia.
Siempre la nostalgia golpea
Cuando revuelca sus recuerdos de las noches del 31 de diciembre en la isla, la guardaparques es sincera y reconoce que sí le pega duro el cambio de año lejos de su gente, a pesar de que pasa con su linda familia laboral.
“Como es lo normal, uno para estos días de Navidad y Año Nuevo busca pasar con su familia, en mi caso, con mis hijos, con mi mamá y mis hermanos. Mi familia de compañeros es lindísima y los quiero tanates, pero sí hace falta la familia de sangre.
Son dos fuertes golpes que le da la nostalgia, el segundo es el del propio 31, el primero es el día que le toca irse a trabajar.
“Uno se va y no sabe si va a regresar, no sabe si cuando regresa va a faltarle alguien a la familia. Mi mamá (doña Leila Madrigal) tiene 77 años y cuando me voy a despedir de ella sí es un golpe duro. Uno se habla por teléfono, pero no es lo mismo.
“Se piensa en todo, por eso llega la tristeza al despedirse y hasta se llora, pero le voy a decir algo, todo ese dolor y tristeza se va cuando uno comienza a ver la isla.
“La belleza mundial que tiene esta isla hace que trabajar el 31 de diciembre valga la pena, hace que trabajar cualquier día valga la pena. Tenemos que cuidarla mucho, es un tesoro mundial que debe protegerse para las futuras generaciones”, dice con orgullo.
Como tenía un taller en el cual reparaba celulares, siempre anda su equipo de reparación y más de una salvada le ha pegado a los compañeros.
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En la Isla del Coco sí tienen Internet laboral. Por estos días están cambiando la red celular de la zona para mejorarla por eso no tienen conexión de Internet celular, los salva el wifi de la oficina. Tampoco tienen televisión. Lo que hace Yesenia es llevar la compu con películas.