Anthony siente un profundo dolor al recordar que, por culpa del covid-19, no pudo llevar a su compañera de vida al hospital cuando se puso mal, no estuvo con ella en el nacimiento de su hija y tampoco la despidió como Dios manda en el cementerio el día de su funeral.
El joven de 25 años narró a La Teja que él fue el primero en contagiarse de coronavirus y, pese a que fue varias veces a la clínica Solón Núñez de Hatillo, le decían que era una simple gripe. Por eso, cuando se dieron cuenta de que tenía coronavirus, ya había contagiado a varias personas, entre ellas a su gran amor: Pamela, quien tenía siete meses de embarazo y problemas de presión alta.
“A ella la internaron en el hospital México porque se le complicó el covid. Él último mensaje que recibí de ella fue el 24 de julio, cuando me puso que le iban a tener que hacer una cesárea de emergencia, después de eso la tuvieron que intubar.
“En el hospital nos decían que estaba muy mal, pero por la situación de la pandemia nadie podía visitarla, menos nosotros, los familiares más cercanos de ella, porque también estamos contagiados. Cuando falleció Dios me dio fuerza para coordinar todo por teléfono, un muchacho se ofreció a ayudarnos y él fue el que llevó papeles y fue a todo los lugares necesarios.
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“El entierro fue el mismo día de la muerte, porque le dicen a uno que tiene 24 horas para hacerlo. En el cementerio permitieron la entrada de ocho personas nada más y sus seres más allegados no pudimos ir, queda uno como con ese vacío, por no haber estado ahí, no pude ni verla para despedirme”, relató dolido.
Adiós por Zoom
Otro doloroso caso fue el de Heiner Sánchez, quien tuvo que ver el funeral de su abuelita por zoom.
El sobreviviente del virus cuenta con dolor que él y varios miembros de su familia, incluida la viejita de 89 años, se contagiaron de la peligrosa enfermedad.
La adulta mayor fue internada en el CEACO y una enfermera estaba en contacto para mantenerlos informados sobre su condición. Incluso, coordinó con ellos para hacer una videollamada para que pudieran animarla. Se esperaba que la comunicación se diera el 30 de junio a las 10:30 a. m., pero nunca se dio, pues cuando creyeron que iban a hablarle, la enfermera les comunicó que la viejita había muerto.
“La enfermera nos dijo que le había leído los mensajes de apoyo que le habíamos enviado antes de todo y contó que lo último que dijo fue: ‘Dígales a todos que los quiero mucho’”.
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“Luego, como todos estábamos contagiados en casa, no pudimos despedirla como se merecía. Su funeral fue de dos minutos, vía Zoom y con cuatro personas que no eran parte de su familia. Ella no merecía irse así, queríamos darle un funeral bonito, con amor. No pudimos verla desde que se enfermó”, recordó el joven.
Lo que sí agradeció la familia de Heiner fue la solidaridad de sus vecinos, pues se portaron a la altura y los chinearon llevándoles desayuno, pan, jugo, frutas, comida, un diario y hasta pizza. Él agradeció también el acompañamiento del personal de la Caja a él y su familia en todo momento. Esas muestras de apoyo y cariño les ha dado fuerza en estos momentos tan duros.
Sienten culpa
La psicóloga María Ester Flores, experta en temas de familia, asegura que el no poder despedir a los seres queridos como dicta la costumbre, hace que las personas enfrenten un doble duelo, uno por la pérdida de su allegado y el otro por no poder darle el adiós que merece.
“En la historia las tribus ancestrales se acostumbraba hacer todo tipo de ritos, muchos para celebrar la vida y la muerte, de ahí vienen las costumbres que tenemos ahora con los funerales.
“El que un ser querido muera por covid o por alguna otra cosa en estos momentos es muy complicado, porque no se puede hacer vela, los funerales están restringidos y en el cementerio pueden entrar unas diez personas a despedir el cuerpo y eso afecta mucho, porque gran parte de la familia no puede despedirse como se acostumbra”, explicó.
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La especialista dice que, debido a las sobrias despedidas que se están dando ahora, los allegados quedan con la sensación de que no le dieron a los fallecidos el trato que se merecían y eso les genera un sentimiento de culpa.
“Las lágrimas que se derraman en un funeral, los abrazos que se reciben de los seres queridos, las flores que se envían, todo eso ayuda a conciliar. Por ejemplo, si se tenía algún resentimiento con la persona que perdió la vida, omitir la costumbre hace que queden heridas abiertas.
“Dos amigas mías han perdido recientemente seres queridos por el coronavirus y ellas me dicen precisamente eso, que sienten un vacío porque no pudieron despedirlos como ellos se lo merecían, sienten que de alguna manera le fallaron a esas personas”, agregó la psicóloga.
Flores dice que el pasar por todo eso alarga mucho más el proceso de duelo que viven los seres humanos cuando pierden a alguien.
“El duelo está conformado por cinco etapas: el shock, la negación, la ira, la melancolía o depresión y la adaptación a vivir sin aquello que se perdió. Normalmente las personas enfrentan ese proceso entre los siete meses y un año, pero cuando se vive una despedida así, ese duelo se puede extender más porque el proceso de sanación no inició como debería”, explicó.
Ella recomienda a las personas que han tenido que despedir allegados de esa manera poco común, que cuando acabe la pandemia hagan un nuevo rito.
“Si son católicos pueden pagar una misa, luego ir al cementerio y hacer una oración. Pueden invitar a los familiares cercanos para que los acompañen y hasta pueden hacer una carta dedicada a la persona que perdió la vida para luego quemarla en un bonito rito de despedida, eso puede ayudar a sanar muchas cosas”, dijo.