Anthony Astúa y Yendry Vásquez son un gran ejemplo de valentía y superación, ellos saben que al mal tiempo hay que ponerle buena cara y que nunca hay que darse por vencidos ante nada.
La pareja es vecina de San Francisco de Dos Ríos y hace años tenía una verdulería pequeña con la que sostenía su hogar; sin embargo, la pandemia acabó con ella.
Antony cuenta que cuando cerraron el negocio se pusieron a pensar cómo salir adelante y un amigo les dio varias buenas ideas. Primero empezaron vendiendo aguacates, compraban bastantes y se iban con una caja a buscar clientes. También estuvieron vendiendo abarrotes, pero no funcionó muy bien.
Otra de las ideas era hacer churros, les pareció una iniciativa bonita y le entraron, esa gracias a Dios sí pegó.
“Decidimos tirarnos al agua, hace un año y medio empezamos a hacer los churros, vamos todas las noches al parque Okayama a dar a conocer nuestro producto, por dicha ha gustado mucho, ya toda la gente que frecuenta el parque nos conoce y es que es un tipo de churro diferente al que todo el mundo conoce, es crujiente y no se siente masudo como la mayoría, es un churro tipo español”, dijo Anthony.
“El tradicional está relleno de dulce de leche, pero también hacemos de fresa y de chocolate. Tenemos otros productos que incluyen churros, estamos incorporando hasta con helados. Nuestros productos son ideales para fiestas, para dar un detalle bonito a una persona especial, para las empresas que quieren tener un detalle bonito con sus colaboradores y también podemos distribuirlo en comercios”, agregó el pulseador.
LEA MÁS: Diputado Ariel Robles le mandó a Rodrigo Arias una carta en la que le dijo de todo
Duro camino
Anthony dice que el camino de emprender es muy duro y en muchas ocasiones ingrato.
“Lo más difícil fueron las primeras semanas porque no teníamos ni un solo cliente, eso fue lo más duro, pero poco a poco fuimos dando a conocer nuestros churros, es bonito porque nos conocen como la familia de los churros, ya que siempre vamos Yendry y yo y hasta nos llevamos a nuestro hijo, Caleb.
“Esta es una de las bendiciones más grandes que hemos tenido, porque gracias a la venta de churros hacemos frente a los gastos de la casa. Ahorita estamos vendiendo en el parque en las noches, pero la idea es más adelante tener nuestro propio local, algo pequeñito, o puede ser un carrito de esos que tienen cocina porque siento que a la gente le puede gustar ver cómo cocinamos los churros, pero bueno, Dios da todo a su tiempo”.
El empunchado hombre aprovechó para darle un consejo a las personas que quieren poner su propio negocio.
“Les digo que no tengan miedo, si uno se deja llevar por el miedo no logra nada. Otra cosa muy importante es esmerarse en ser un buen vendedor, tratar bien a los clientes, respetarlos, eso es fundamental, no importa que alguien no compre su producto, al menos lo van a conocer y tal vez en un futuro se atrevan a probarlos. Hay que esforzarse, ser valiente y en cualquier momento va a llegar la recompensa de ese trabajo duro”, aseguró.
LEA MÁS: Estas son las opciones para quienes quieren sacar el bachillerato y no han ganado quinto año
Anthony y Yendry están luchando por darse a conocer y así recibir cada día más pedidos, por eso tienen ahorita una dinámica en redes sociales, en el Instagram de Blessing Churros. Las personas que le den seguir, comenten y compartan podrán participar por una de las dos canastas dulces que regalarán el próximo fin de semana.
Lo precios de los productos de estos pulseadores son cómodos, el paquete con dos churros españoles crujientes cuesta dos mil colones y uno solo vale mil colones.
También hay unas cajitas con cuatro churros de nueve centímetros, cada una en tres mil colones.
Si usted quiere darle un empujón a esta familia puede darse una vuelta por el parque Okayama un día de estos en la noches, de fijo se va a topar con estos valientes.
También puede contactarlos por medio del WhatsApp 8815-1872. Puede ver las delicias que preparan su página de Facebook Blessing Churros o en el Instagram con el mismo nombre.
Lo más difícil fueron las primeras semanas porque no teníamos ni un solo cliente, pero poco a poco fuimos dando a conocer nuestros churros”.
— Anthony Astúa, pulseador.