La huella de don Guido Sáenz está en todo el país. Está en la Sinfónica Nacional, en el parque de la Paz, en el Museo de Arte Costarricense y, por supuesto, en La Sabana, uno de los proyectos más grandes que impulsó.
Por eso Costa Rica llora su muerte, ocurrida este martes por la mañana a los 92 años, según informó su yerno, Edgardo Moreno.
“Murió en casa tranquilamente, en paz”, dijo.
Don Guido dejó dos herencias enormes para el pueblo: La Sabana y el parque la Paz. La primera se empezó a construir durante el gobierno de Daniel Oduber (1974-1978), del cual él fue primero viceministro y luego ministro de Cultura.
El segundo se lo encargó Oscar Arias durante su primer mandato, entre 1986 y 1990. Los dos parques llevan su sello.
Cuando se empezó a hablar del parque La Sabana, que estaría en lo que era un peladero vacío, enfrentó a la crítica de muchas personas, sobre todo vinculadas al deporte. Decían que como él no era futbolista, ni atleta, no haría un buen trabajo dándole a San José un parque urbano.
Ricardo José Méndez fue amigo de don Guido y recuerda bien la época de la transformación de La Sabana.
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“En aquel momento había entre 200 y 300 programas de radio y se turnaban para, día a día, hacer críticas a don Guido porque decían que se iban a perder las canchas que había en La Sabana, las cuales eran usadas por los deportistas.
“Todo eso hacía que la gente que pasaba nos chiflara y dijera cosas, pero él la ignoraba porque estaba enfocado y concentrado en lograr su meta. Don Guido siempre les decía que más bien habría más canchas y que el espacio no iba a dejar de ser para hacer deporte y que además albergaría a las familias que querían pasar un domingo al aire libre y lo consiguió, ahora la gente no puede vivir sin La Sabana”, explica don Ricardo.
“Era un hombre irrepetible, creativo y trabajador. Él llegaba a la oficina a las nueve de la mañana y casi siempre eran las diez de la noche y seguía trabajando. Sabía que había mucha gente que no lo quería, pero todos lo respetaban porque era un gran ser humano, en Costa Rica hacen falta más hombres como él”, añade.
Para La Sabana, don Guido se inspiró en enormes parques de ciudad que conocía, como el Central Park, de Nueva York, y el de Chapultepec, en la Ciudad de México.
Un soñador con los pies en la tierra
El arquitecto Francisco Chavarría fue también cercano a don Guido y participó en el proyecto de La Sabana.
“Fue un visionario, él era un artista: era escritor, tocaba el piano, pintaba y todo eso le permitía ver el mundo de una manera distinta. Decía que a las personas les gustaba subir hasta lo más alto, por eso con la tierra que quedó cuando se hizo el lago de La Sabana hizo una especie de cerro, el mismo en el que años después el papa Juan Pablo hizo una misa.
“El lago también era algo fundamental para él, por eso siempre lo defendió, esas dos cosas eran parte se su forma de pensar, por eso años después, cuando hizo el parque de la Paz, también hizo un cerro y un lago”, recordó.
Chavarría lo describe como un extraordinario ser humano y dice que su muerte duele y deja un enorme vacío en la cultura costarricense.
“Tenía una tremenda energía que lo hacía lograr lo que se propusiera. Recuerdo la ilusión y el gran trabajo que hizo con el proyecto de La Sabana, yo participé en la construcción y él llegaba todos los días a ver el avance de las obras, fue un proceso muy intenso en el que él se comprometió de lleno”, agregó el arquitecto.
En su libro “Piedra Azul: Atisbos en mi vida”, don Guido cuenta con detalles el proceso de construcción de La Sabana y revela el gran significado que tuvo para él.
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“Pasar un día de campo, jugar, comer, hacer ejercicio, descansar, leer, meditar, contemplar, ‘estar´. A la gente se le olvida estar. Poder vivir unas horas rodeado de árboles y con la cercanía del agua, mucha agua, una gran extensión de agua, un lago. Yo soñaba con el lago. Nada serena más que el espíritu del agua”, dice en la página 269.
Enorme huella
Don Guido dejó una gran huella de obras e instituciones dedicadas a la cultura y el deporte en Costa Rica. Entre sus logros también están la fundación de la Orquesta Sinfónica Juvenil, del Museo de Arte Costarricense y fue suya la idea de que los Museos del Banco Central se hicieran bajo tierra, y no hacia arriba, para que fueran visibles los cuatro costados del Teatro Nacional.
Había nacido en San José el 1 de enero de 1929 e inició sus estudios culturales en California, Estados Unidos. Además fue director del Sistema Nacional de Radio y Televisión (Sinart, canal 13 y radio Nacional) entre 1996 y 1998.
En 1982 se le dio el premio de Periodismo Cultural Joaquín García Monge y en 1988, el Magón.
“(Mi vida) ha sido muy intensa, ha habido gran pasión en lo que yo he hecho. Llego a esta edad con la satisfacción de haber vivido intensamente. He hecho muchas cosas para mi deleite y para el beneficio del país. He hecho las cosas apasionadamente; con dolores de cabeza, por supuesto, porque es un precio que hay que pagar cuando se hacen las cosas con intensidad y sin medir mayores consecuencias”, dijo en el 2019, cuando recién había cumplido 90 años.