Costa Rica festeja este 1 de diciembre el Día de la Abolición del Ejército y es una ocasión muy especial para don Rodrigo Rivera Saborío, quien nació en una fecha como esta, pero en 1930.
Aún muchos lo conocen como el coronel Rivera, porque con ese grado militar terminó de servirle al país.
“Celebrar la abolición del ejército es de lo más lindo que puede disfrutar uno como persona que vivió una guerra, que tuvo que ponerse un uniforme, agarrar una pistola y dispararle a otro ser humano”, dice.
“Las nuevas generaciones no tienen ni idea de lo que es vivir con ejército, con problemas armados. Le doy un ejemplo, un 25 de diciembre, no recuerdo el año, estaba con mi mamá en la acera de la casa disfrutando las fiestas de Navidad cuando llegó un militar y nos dijo que no fuéramos vagos, que nos metiéramos a la casa o nos iba a ir mal. Como estaba armado hasta los dientes, tuvimos que hacerle caso, fue una gran amenaza”.
Don Rodrigo afirma que debemos celebrar con todo cada primero de diciembre porque somos un país de paz; eso sí, no olvida los malos ratos que pasó el país cuando tenía un brazo armado. “Sufrimos mucho cuando tuvimos ejército”, dice.
Hablaban los rifles
“Gracias a Dios mis hijos, mis nietos, mis bisnietos y mi tataranieto no tienen que vivir los problemas de un país armado. Cuando Costa Rica tenía ejército, yo vi, nadie me contó, cómo llegaban militares a la casa de los opositores y los arrestaban por nada, a las familias nos quitaban o despedazaban los radios para que no pudiésemos escuchar las noticias. Eran días en que hablaban los rifles”, comenta.
Recuerda con mucho cariño aquel día de 1948 en el que José Figueres Ferrer, como presidente de la Junta Fundadora de la Segunda República, dio el mazazo simbólico que disolvía el ejército.
Don Rodrigo estaba en Cartago, con sus tías, y lo festejaron.
“Sé que después tuvimos que armarnos otra vez e irnos a combatir a Guanacaste, sin embargo, ya había una mentalidad de un no rotundo al ejército, después de 1955 se volvió a la desmilitarización y siguió la época hermosa sin armas”, explica.
Los combates del 55 a los que se refiere fueron debido a la invasión de fuerzas que apoyaban al expresidente Rafael Ángel Calderón Guardia, quien se había aliado con el dictador de Nicaragua Anastasio Somosa para quitar del poder a Figueres, ganador de las elecciones de 1953.
Los calderonistas invadieron el país por la frontera norte el 10 de enero de 1955. Hubo hasta bombardeos aéreos sobre San José el 12 de enero y tres días después se vivieron enfrentamientos durísimos entre las fuerzas del gobierno y los calderonistas en Guanacaste.
En lo que es hoy el parque nacional Santa Rosa se pueden ver aún restos de carros y tanquetas utilizadas en aquella invasión.
“En 1955 yo era raso (soldado sin ningún rango militar), me nombraron asistente de metralladora y me mandaron a Liberia con un fusil M1, un salveque cargado con lo necesario y listo para combatir”, recuerda.
“No habíamos ni llegado a La Irma (a 75 kilómetros de Liberia) cuando un avión atacó los carros en los que íbamos los soldados y me tocó usar la ametralladora contra ese avión; después se vivieron combates en La Cruz de Guanacaste y después volví a San José”, detalló.
Los combates duraron varios días y triunfaron las fuerzas del Gobierno. Después de aquellos tristes momentos, y vencidos los invasores, la paz volvió.
“Nunca más tuve que pelear contra otro ser humano por la vida de él o la mía, eso hay que llevarlo en el corazón con gran alegría. Celebro mucho el primero de diciembre”, asegura el coronel.
Crisis en Los Chiles
En aquel mismo 1955 le tocó responderle a don Pepe, quien les pidió a él y varios más que se fueran a Los Chiles porque había un avión de Lacsa detenido y tenían secuestrado al piloto Guillermo “Macho” Núñez.
“Salimos del aeropuerto en La Sabana, y cuando llegamos a Los Chiles los mariachis (seguidores de Calderón Guardia) nos recibieron a punta de bala, sin embargo, los soldados logramos bajar a tierra y cumplimos la misión, liberamos al Macho”, cuenta satisfecho.
“Jamás olvidaré que esa noche había una luna preciosa, superbrillante y de un pronto a otro se vino un tremendo aguacero y nos dieron café a todos, pero nadie supo nunca quién fue. Ya cuando volví a San José era sargento”, explicó.
Don Rodrigo se casó con doña Blanca Valverde (quien falleció hace 8 años) y con ella tuvo 9 hijos y disfrutaron 20 nietos y 5 bisnietos y hoy el coronel goza con un tataranietico. Jugó al fútbol muchos años, fue defensa con las infantiles de Saprissa y compartió ese uniforme con una leyenda de nuestro fútbol, Marvin Rodríguez.
Eso sí, no sabe cómo se hizo manudo; ahora ama a la Liga Deportiva Alajuelense y está con la esperanza de que su equipo lo haga celebrar --en paz-- este fin de año.