En Ciudad Quesada, San Carlos, hay un rincón donde los sueños tienen sabor a chocolate y se pintan a mano con aerógrafo y pinceles.
Es un espacio pequeñito, pero lleno de pasión, donde el arte de la chocolatería cobra vida gracias a Omar Quesada Mora, un artesano que descubrió su don cuando menos lo esperaba.
Omar, vecino de la pura cepa de San Carlos, es el alma y corazón de Zicolates, un negocio que nació del amor por este apasionante dulce y que, con esfuerzo y muchas noches de práctica, se convirtió en un emprendimiento con sello 100% artesanal.
Su historia es la de un hombre que no solo busca salir adelante, sino también derretir corazones con cada bombón que elabora y se las traemos para celebrar este 19 de marzo que es el Día Mundial del Artesano.
“Mi mamá, Seidy Mora, es pastelera. Ella era la que en la comunidad hacía los queques de cumpleaños. Tal vez de ahí me viene el gusto por la chocolatería”, cuenta Omar.
Su empresa lleva un nombre con historia: su hermano David, cuando era pequeño, no podía pronunciar Francisco y decía “Zico”. De ahí nació el apodo que luego se convirtió en el nombre de su negocio: Zicolates.
El arte del chocolate
Omar no estudió chocolatería ni se preparó en una academia. Lo suyo fue pura pasión, entrega y un deseo incansable de formarse.
“Aprendí empíricamente, investigando en Internet, en YouTube, practicando hasta las 10, 11 de la noche después del trabajo. Invertí mucho en materiales, pero sabía que valdría la pena”, dice con orgullo.
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Sus bombones son verdaderas joyas comestibles. Hechos con chocolate real, pintados a mano y con rellenos naturales preparados en su propio taller, son un lujo para el paladar.
“Nosotros tenemos un negocio donde vendemos toda la materia prima para hacer pastelería, pero yo quería algo diferente, así que empecé a hacer bombones artísticos. A la gente le gustó el sabor y lo lindos que quedaban”, recuerda.
El chocolate que usa es procesado en Bélgica y está hecho con semilla de cacao molida y manteca de cacao, nada de sustitutos.
“La mayoría del chocolate que se consigue es manteca vegetal con sabor a chocolate, pero lo nuestro es chocolate de verdad”, enfatiza.
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Con alma y corazón
El lema de Zicolates es claro: “Una caja de chocolates para derretir corazones”. Y eso es justo lo que hace este artesano con cada creación. Sus bombones no solo son exquisitos, también son personalizados.
“Se pueden pedir diseños a gusto del cliente, por ejemplo, para bodas, cumpleaños o empresas. Incluso los hacemos con los colores corporativos de cada empresa”, cuenta.
Entre los sabores estrella están maracuyá, caramelo salado y los rellenos de licores, aunque hay opciones para todos los gustos, desde mezclas con maní y almendras hasta combinaciones que sorprenden a cualquiera. En total, ofrece 15 tipos diferentes de relleno.
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El sueño de Omar no se queda solo en San Carlos. Gracias a Correos de Costa Rica, ha logrado enviar sus artísticas sabrosuras a todo el país, con empaques especiales para que lleguen en perfecto estado.
“Hemos mandado pedidos a San José, Alajuela, Heredia, Puntarenas, hasta a Pérez Zeledón. Se envían congelados en bolsas térmicas y llegan en perfecto estado”, explica.
Una empresa de familia
Aunque Omar es el alma del negocio, no está solo en esta aventura. Sus dos hijas, Amanda y Lisa, son sus principales fanáticas y, según dice entre risas, sus futuras chocolateras.
“Todos los días comen chocolate, les encanta, así que ya las tengo enfiladas para seguir la tradición”, dice.
El emprendimiento sigue creciendo poco a poco. Omar maneja todo por su cuenta, desde la elaboración hasta la promoción en redes sociales.
“Hacemos rifas en Instagram y Facebook, y la gente nos puede contactar por WhatsApp al 8979-1010″.
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Arte delicado y exclusivo
La chocolatería artística es un oficio complejo que requiere paciencia y mucha técnica. Cada bombón pasa por un proceso detallado para lograr los colores vibrantes y los brillos especiales que los caracterizan.
“Es un arte difícil, muy delicado, cada pintura lleva su proceso. Pero al final, cuando veo la expresión de la gente al probarlos, todo vale la pena”, dice Omar, con esa pasión que lo ha llevado a convertir su don en un sueño de chocolate hecho realidad.
El pasado 14 de febrero, su primera gran fecha comercial, sus chocolates fueron un éxito rotundo.
“Se vendieron muy bien porque son exclusivos, no los ve usted en ningún lado”, comenta.
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Si alguien quiere probar estos pequeños bocados de felicidad o conocer más sobre su trabajo, puede visitar su local, ubicado 450 metros al sur de El Colono en Ciudad Quesada, o seguirlo en Instagram como Zicolates.
En el marco del Día Mundial del Artesano, Omar Quesada es un ejemplo de que cuando se mezcla pasión, esfuerzo y constancia, se pueden crear verdaderas obras de arte, aunque sean del tamaño de un bombón.
El verdadero secreto de Zicolates es uno solo: amor puro y derretido en cada bocado.