A la educadora Melissa Rey Gudiño se le llenan de agua los ojos con mucha frecuencia en su trabajo ya que lo que vive con sus “pollitos” internados en el Hospital Nacional de Niños le toca el corazón.
Ella es parte de un equipo conformado por 45 funcionarios del Ministerio de Educación Pública (MEP) que se dedica a atender y educar a niños internados en el centro médico para que no se atrasen en sus estudios.
Su labor va mucho más allá de enseñarles a sumar, restar o a adentrarse en Estudios Sociales y Ciencias.
A ella muchas veces le ha tocado celebrar el cumpleaños de algún pequeñito que está triste por pasar una fecha tan especial en el hospi, así como también consolar a mamás cuando algunos de sus alumnos pasan a ser angelitos.
“Me gusta mucho mi trabajo porque me permite ayudar a niños y apoyarlos en momentos difíciles, pero también me toca ver casos muy fuertes que lo marcan a uno para siempre.
“Me ha pasado que me toca darle clases a niños que tuvieron algún accidente y dejaron hasta de hablar y poco a poco, con paciencia y mucha comprensión, uno los ve recuperarse, volver a hablar y caminar, se llena uno de una alegría enorme de verlos salir adelante”, contó la docente.
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Vitaminas para el alma
Ella dice que cuando los chiquitos están internados sienten un gran vacío porque tienen que separarse de sus familiares y compañeritos de escuela, así que cuando la maestra los llama o los amigos les mandan cartas de apoyo es como si recibieran una bolsa de vitaminas que les alegra el alma.
“Recuerdo que para la graduación del curso lectivo 2021, que fue en enero de este año, teníamos aquí a un niño que se graduaba de sexto grado y un día antes de la entrega de los títulos le cortaron una piernita, él estaba bastante triste, pero la maestra tuvo un gesto muy lindo y le mandó un video en el que ella y los compañeros del chiquito le daban apoyo, le dijeron cosas muy bonitas y hasta le hicieron cartelitos, eso le levantó el ánimo un montón”, recordó la educadora.
Estos profesionales también dan apoyo a niños que aún no están en edad escolar, pero necesitan cuidados especiales y terapias, por eso les toca atender incluso a recién nacidos.
“Nos toca apoyar a los papás en situaciones muy duras, una vez estábamos planeando una fiestica para celebrar el primer cumpleaños de una niña y un día antes murió, fue terrible para la mamá no poder celebrarle ese primer año, recuerdo que ella no pudo ni siquiera mudar el cuerpo para sacarlo del hospital, tuvimos que darle apoyo nosotros en ese momento tan complicado”.
Xiomara Camacho Madrigal, quien también es docente y tiene 22 años de trabajar en el Centro de Apoyo en Pedagogía Hospitalaria, asegura que su trabajo la llena mucho.
“Uno se convierte en la segunda persona favorita de los niños internados, después de los papás, porque cuando reciben clases se distraen y eso los hace olvidarse por un rato de que están en el hospital.
“Ahorita por la pandemia les damos clases al pie de la cama, ya que no es recomendable que estén reunidos varios niños. Se les dan materiales y se les adaptan las lecciones para que ellos puedan aprender divirtiéndose”, aseguró.
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La educadora dice que hay casos que recuerda con mucho cariño, como el de una niña que tenía problemas respiratorios y necesitaba estar siempre conectada a un respirador artificial.
La mayor parte del tiempo la chiquita estaba llorando y un día la educadora habló con la mamá y le dio unas recomendaciones para ayudar a la pequeña y la mamá se mostró tan agradecida que le dijo que le había alegrado el día con sus consejos.
“La chiquita fue mejorando con el paso del tiempo y ya ahora está en el kinder, es bueno saber que uno ayudó a mejorar la calidad de vida de una persona”, expresó.
Actualmente Xiomara es la encargada de darle clases a los niños que están en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y en muchas ocasiones, cuando llega a darles la clase, están dormidos y los deja descansar, pero cuando se los encuentra despiertos da su mayor esfuerzo por hacer que ellos aprendan y se sientan mejor pese a su delicada condición.
600 estudiantes
Johan Fernández Mata es el director del Centro de Apoyo y dice que ahorita hay unos 600 estudiantes matriculados entre el hospital de Niños y el San Juan de Dios, donde también atienden a adolescentes.
Él dice que este proyecto tan importante nació en 1955 y atiende a pacientes de corta, mediana y larga estancia.
“Atendemos pacientes de todo el país. Todos los días nuestro personal hace un censo para ver si hay niños nuevos en el hospital y se conversa con los médicos y los papás para tener un estimado de cuánto podrían estar internados, a partir de ahí se hace un plan.
“Podemos atender a menores que están desde dos días hospitalizados, pero la prioridad es ayudar con la educación de los que están semanas, meses o incluso años. Hay niños que tienen hospital por casa, sus padecimiento los hace estar casi que de forma permanente aquí y por eso necesitan que los educadores los atiendan”, explicó.
La atención va hacia quienes tienen que someterse a una cirugía de emergencia y hasta a los que reciben tratamientos complejos y extensos como por ejemplo quimioterapias, transplantes u otros.
Entre las funciones de los docentes está comunicarse con los centros educativos en los que están matriculados los chiquitos y explicarles que el niño está internado --en caso de que no lo sepan-- y luego pedir que envíen los programas educativos que están recibiendo para adaptárselos, ya que muchas veces la condición de los chiquitos no les permite hacer todas las actividades planteadas.
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Se adaptaron a la pandemia
Johan dice que antes de la pandemia los niños que podían movilizarse eran llevados a aulas que hay en el hospital para que pudieran estudiar ahí, pero debido al covid-19 eso tuvo que cambiar.
Ahora los educadores llegan hasta las camas y les dan computadoras o tabletas para que las usen y puedan conectarse, incluso, a las clases de sus centros educativos, cuando es posible.
“Los materiales que usan los niños en el proceso de aprendizaje son financiados por la Municipalidad de San José, el MEP y el Junta de Protección Social. También, en las tardes, atendemos a los niños que están en el albergue del hospital de Niños, que está frente al edificio”, contó Fernández.
El educador asumió la dirección del proyecto hace apenas un año, pero dice que ya está más que identificado con la causa y por eso cada día da lo mejor en el trabajo.
“Se llena uno de sentimientos encontrados cuando ve a unos papás sufrir porque no saben si su hijo sobrevivirá la enfermedad que está enfrentando, ahí es donde le da uno el valor a las cosas realmente importantes.
“También impacta mucho cuando los educadores entran a un salón y se ilumina la cara de los niños que están deseando recibir las clases para distraerse del internamiento, por eso es que la enseñanza que damos es además una terapia social y emocional para los niños y tratamos de incluir actividades”.
Esta semana, por el Día del Libro (23 de abril), contrataron a un cuentacuentos para que de forma virtual compartiera con los estudiantes y ellos estuvieron muy contentos.
Los padres de los chiquitos internados siempre se muestran muy agradecidos con los docentes ya que el saber que el internamiento podría rezagarlos en los estudios les genera una gran preocupación, es por eso que sienten un alivio al saber que en el hospi hay una escuelita.
Ningún papá quisiera que su chiquito llegue a ser hospitalizado, sin embargo, las circunstancias de la vida llevan a muchos menores a pasar por los salones hospitalarios, es por eso que los educadores del Centro de Apoyo están comprometidos con llevar paz y alegría hasta las camas de los niños que luchan por su vida.