Alajuelita, la tierra del chinchiví, del maestro Otto Vargas, del Santo Cristo de Esquipulas, fue durante muchísimos años un lugar visitado por gente de todo el país.
Sus fiestas de enero eran famosas y alrededor de ellas se veían grupos de familias comiéndose algo en los potreros o banándose en las pozas aún limpias del río Tiribí.
Sin embargo, mucho empezó a cambiar a mediados de los años ochenta, durante la primera administración de Óscar Arias; su proyecto de construir 80.000 viviendas, si bien era necesario, llenó algunas áreas del cantón de gente que no tenía en la sangre el ADN alajueliteño y donde hay muchas personas hay a veces muchos problemas.
La Alajuelita de ayer sigue viva en los recuerdos de quienes nacieron o se criaron en ella, entre guayabales y ríos con mojarras, gente trabajadora y honrada.
Con la idea de dar a conocer eso y ponerlo en blanco y negro fue que se unieron siete hijos de esa tierra en el Club de Escritores Alajueliteños y trabajaron en el libro “Historias de mi pueblo con aroma a chinchiví”; se trata de una colección de relatos que sale de la editorial este viernes 19.
La Teja conversó con dos de los autores para conocer esta obra que busca llevar a sus lectores a la Alajuelita de los años 30, donde --según las palabras de doña Iris Figeac Zúñiga, una de las autoras-- en los barrios se podía dormir con las puertas abiertas.
Fue Iris quien impulsó el proyecto que nació como un grupo de personas a las que les gustaba escribir, pero no se animaban a hacerlo formalmente y sus textos siempre terminaban hechos un puño en el basurero.
Un día comenzaron a reunirse en serio y le dieron forma al círculo de escritores, en el cual compartían experiencias y entre todos comenzaron a ayudarse a afinar la pluma.
Dos que les echaron la mano fueron don Víctor Monge, dueño del periódico Alajuelita Hoy y Otto Vargas, periodista y escritor, que eran los más experimentados del grupo.
“El libro se compone de dieciséis relatos con historias de Alajuelita, desarrollados en 114 páginas. Algunas nos las han contado y con base en eso las desarrollamos”, explicó Iris.
Buenos recuerdos
Una de las historias es “La cruz esconde un secreto” y fue escrita por Otto Vargas, quien cuenta en el texto que una persona murió en la montaña cuando estaban llevando los materiales para levantar la cruz.
Don Víctor se mandó con una que habla de espíritus y cuenta cómo fue descubierto un cementerio indígena donde hoy está la urbanización Aguilar Machado, en San Josecito.
“Los arqueólogos del Museo Nacional lo llaman el hallazgo del Palo de Campana, hago un relato sobre la historia precolombina de Alajuelita relacionado con ese descubrimiento. Lo llamo ‘El legado de los espíritus’ porque ahí se descubrieron algunas piezas y tumbas precolombinas que dan a entender que el cantón estuvo habitado por indígenas huetares de Occidente”, contó el periodista.
Y si se habla de la Alajuelita de otros tiempos hay que hablar de la hacienda La Verbena, donde trabajaron integrantes de muchas de las familias históricas del cantón.
Cuando las cogidas café estaban en lo mejor, muchos iban a ganarse la platita para comprar los estrenos para la Navidad o recibir el año nuevo.
“Desde chiquillo, todas las temporadas de café yo pasaba ahí metido y recuerdo toda la actividad que se daba en la hacienda, que era un lugar al que relaciono con la serie ‘La casa de la pradera’, lleno de gente bonita en su corre corre laboral. Las carretas, las señoras y los chiquillos cogiendo café, La Verbena era el lugar que le daba trabajo a la gente de la época”, explica don Victor.
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En sus relatos, doña Iris habla sobre una niña que visitó al Cristo de Esquipulas seis décadas atrás y vuelve con setenta y resto de años y se encuentra la misma devoción, pero con un lugar muy cambiado, ya la gente no llega en carreta ni con piedras en la cabeza a modo de penitencia.
Mario Guevara Chavarría, por su lado, desarrolla la anécdota de cuando chiquillo, a él y a varios amigos se los llevó la policía porque acostumbraban ir a La Verbena para bañarse a escondidas en unas piletas que había en la hacienda.
La colección de relatos la completan Michael Ugalde Fuentes, Yamileth Calderón Chinchilla y Mario Guevara Ramírez.
“Son narraciones que hablan de esforzados campesinos de manos callosas, de personajes memorables atrapados por el tiempo”, así resume don Víctor este libro lleno de lo mejor de Alajuelita.
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