La grandeza y notoriedad de Costa Rica no se mide por la extensión de su territorio, sino por la solidez de su mundialmente reconocida democracia, sus robustas instituciones, la innegable separación de los poderes del Estado, la feliz ausencia de un ejército y otros aspectos y atributos que la hacen única en Centroamérica y especial en todo el mundo.
Cuando un nicaragüense piensa, no en la Nicaragua que tienen, sino en la Nicaragua con la que sueña, lo primero que asoma a su mente es Costa Rica.
Particularmente para mí Costa Rica es la Nicaragua que debemos construir, la Nicaragua que nos merecemos, la que soñamos y anhelamos, sin dictadura ni brutal represión.
Los lazos de amistad y hermandad que unen a ambos pueblos datan desde tiempos inmemoriales, los surcos abiertos de la historia nos remontan al año de 1856, cuando el entonces incipiente Estado costarricense apoyó decisivamente a Nicaragua al enfrentarse al ejército Filibustero de William Walker (1824-1860) encabezado por el entonces presidente puntarenense Juan Rafael Mora Porras (1814-1860).
El príncipe de las letras castellanas, el más universal de los nicaragüenses, don Rubén Darío, entre 1891 y 1892 vivió en Costa Rica. Durante algunos días se hospedó en casa del escritor costarricense Luis Rafael Flores (1860-1938), en la ciudad de Heredia.
Este gigante de las letras hispánicas engruesa la larga lista de los miles y miles de hombres nicaragüenses que han sucumbido ante los encantos de la mujer costarricense, cuando en 1891 se casó en Guatemala con la ya olvidada escritora modernista, la josefina Rafaela Contreras Cañas (1869-1893).
El reconocido cantautor nicaragüense de temas vernáculos, Tino López Guerra, en la década de los treintas halló inspiración en este país y le compuso y le cantó el corrido “Mi linda Costa Rica”, donde su estribillo dice: “por ser tan linda Costa Rica la llaman, la Suiza centroamericana”.
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El autor de la magna obra titulada “La Dramática vida de Rubén Darío” don Edelberto Torres, muere exiliado en Costa Rica en 1994. La lista de notables nicaragüenses que marcaron sus pasos en suelo costarricense me parece interminable y a fuerza de cansar al lector la dejamos hasta aquí.
Mas yo, al igual que miles de nicaragüenses más, movido por la persecución voraz de la sangrienta y despiadada dictadura orteguista, me vi obligado a refugiarme en este país.
Ya aquí, en la patria del insigne poeta Jorge Debravo y del memorable cantante Memo Neyra, no he recibido miradas xenófobas y sí he visto y vivido los claros tientes hospitalarios de los ticos quienes empatizando con nosotros nos has recibido una vez más para darnos sus trabajos, sus oportunidades, sus libertades y muchos otros gestos humanitarios que honran con el más puro timbre de gloria la grandeza de ser costarricense. Gracias Costa Rica por ser pura vida, jodido.