Doña Minerva Rivera Zúñiga nació en Tempate de Santa Cruz de Guanacaste.
A los 23 años se fue a vivir a Agua Blanca de Acosta, sin embargo, hoy día, a sus 84 años, no olvida cómo vivía la Semana Santa en tierras guanacastecas.
“Era precioso porque había mucha devoción. Era prohibido barrer la casa en Semana Santa porque se espantaba a Dios, así que la escoba se guardaba toda esa semana”, nos contó.
Tempate es un distrito que está bien cerquita de playas como Flamingo, Conchal y Tamarindo; sin embargo, cuando llegaban los días santos a los chiquillos les ponían un candado en el mar.
“Dios guarde nos metiéramos, los papás nos lo tenían prohibido, era como un gran pecado. Podíamos ir a la playa, pero a ver el mar de larguito.
“Le cuento, tampoco era permitido bañarnos, bañarse en Semana Santa solo lo hizo Marta, según nos contaban como leyenda, y por no hacer caso, Marta, se convirtió en pescado”, recordó esta educadora, la segunda maestra que tuvo Acosta.
Jamás olvidará doña Minerva la cuchara guanacasteca, aquellos tamales pisque tan ricos para los santacruceños. “Para hacer tamales pisque el maíz se cocina con ceniza, cuando ya hirvió el maíz y está suave, se lava bien para que se le quite toda la ceniza y se hace la masa, la cual queda con un cierto sabor a ceniza, en verdad son deliciosos; así como las rosquillas y las tanelas”, recordó.
Doña María del Pilar Zúñiga y don Manuel Ángel Rivera, los papás de doña Minerva, siempre le advertían en Semana Santa que no se podía subir a los árboles. Era pecado. “Durante la semana teníamos que portarnos muy bien, nada de chirotear pegando gritos porque Dios se enojaba.
“A í me encantaban esas Semanas Santas porque había mucha devoción, el pueblo completo iba a las procesiones y las misas se daban a iglesia llena. Nadie tomaba guaro esos días y las calles estaban siempre vacías, pasábamos en nuestras casas… ahora todo es diferente, todo es fiesta y alboroto”.