Lamentablemente, como ha pasado en todo el mundo, el covid-19 llegó hasta las comunidades indígenas de la zona sur del país, esas en las que los caminos son complicados y ni hay señal de celular, por lo que la atención y seguimiento de los pacientes contagiados es bastante difícil.
En Las Huacas, en Capri de Potrero Grande, en Buenos Aires de Puntarenas, vive una comunidad indígena Térraba, una población que supera las 1.500 personas.
Para llegar a estas familias es necesario caminar dos horas, una de ida y otra de vuelta, ya que no hay acceso por vehículo. Esos complicados, pero bellos lugares, los conocen muy bien la enfermera Maureen Castillo Vindas, el médico general David Vargas y el chofer Diego Armando Sánchez.
De lunes a viernes, antes de las 7 de la mañana, los tres emprenden el rumbo hacia los alejados poblados para velar por el estado de salud de los pacientes contagiados de covid-19 que no tienen teléfono celular o que no tienen señal para comunicarse.
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“Todos los días tenemos grandes retos, por eso lo primero que decimos es ‘¿quién dijo miedo?’, y empezamos la jornada. Somos un equipo de trabajo muy unido que atiende a los indígenas con coronavirus”, dijo Maureen, de 41 años y con 14 de trabajar en la Caja.
“A estas personas les damos seguimiento, les ofrecemos ayuda y nos hacemos escuchar como institución. Para llegar hasta donde ellos debemos tener mucha disposición porque hay que cruzar ríos encima de troncos y sortear obstáculos como piedras, pero lo rescatable es que nos sobra voluntad y condición para vencer las empinadas cuestas”, contó.
Sin miedo
Por su parte, el doctor David Vargas, de 29 años, dice que estos recorridos los hacen con un gran sentimiento porque se sienten comprometidos con su trabajo.
“El miedo no cabe entre nosotros, el ‘no puedo’ jamás sale de nuestras bocas. Hay momentos que uno se resbala, pero ahí es donde entra en juego el compromiso y la responsabilidad que tenemos como funcionarios de la institución”, expresó.
Entre las comunidades que visitan Maureen, Diego y David, están Las Rosas, Cebror y Puente de Salitre. También sus pasos firmes se hacen sentir en Las Huacas, Capri, Las Palmas de Potrero Grande y San Rafael de Cabagra.
“La mayoría de las veces no alcanzamos a llegar de día al puesto de trabajo porque sufrimos alguna complicación. A veces tenemos que batir barro para lograr salir de los difíciles caminos, pero tenemos muchas ganas de trabajar y en cada salida cuenta la labor de todos porque somos un gran equipo”, comentó el chofer Diego Sánchez, de 34 años.
Los colaboradores siempre usan equipo de protección para prevenir contagios de covid-19, así como bloqueador solar, botas y ropa cómoda para cumplir con la tarea cada día.
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“Nuestro quehacer es complejo porque los indígenas son de pocas palabras, muy tímidos y no siempre nos ven como sus servidores sino como adversarios”, destacó la enfermera.
Para las doctoras Annia Obando y Martha Chévez Herra, directora médica y directora de enfermería del área de salud de Buenos Aires, esta iniciativa de servir con calidez y llegar hasta donde están las familias, resulta una oportunidad para ofrecer valor agregado y despertar la solidaridad.
“A través del trabajo de Maureen, Diego y David hemos conocido familias que viven en pobreza extrema y nos hemos unido como área de salud para buscar ayuda y solidarizarnos con ellas. Juntamos víveres, colchones, juguetes, ropa y dinero en efectivo para que satisfagan sus necesidades”, expresó la directora de enfermería.