Christopher Castro Silva, de 25 años, es un enfermero del hospital México que tuvo covid-19. Él, que era asintomático, lo venció sin problemas, pero no pasó lo mismo con su papá Jorge Luis Castro (51 años) y su abuelita materna Gloria Álvarez (82 años).
También se lo pegó a su madre, Yamilette Silva de 55 años.
Christopher perdió a su abuelita el 19 de agosto del 2020 y a su padre dos días después. Su madre requirió hospitalización, pero venció a la enfermedad.
De la abuela y el papá, dice: “Ella, además de ser adulta mayor, fue operada para quitarle parte del estómago y padecía presión alta. Mi padre tenía insuficiencia renal grado dos, que se encontraba controlada, y era hipertenso. Lo más difícil fue que la muerte fue muy rápida, ni siquiera estuvieron en UCI”, comentó Christopher.
Aunque él nunca tuvo síntomas, el efecto del virus fue otro.
“Destruyó completamente a mi familia, éramos cuatro personas que siempre fuimos muy unidas y teníamos un gran amor”, explicó.
Conociendo los riesgos que enfrentaba al estar día a día en la primera línea, el muchacho le había pedido a su padre que le acondicionara para vivir un espacio en un pequeño local que ya no usaban como comercio.
Sin embargo, el temido momento siempre llegó en agosto del año anterior.
“Pasada un poco la tempestad, aún hay días en los que lloramos o estamos deprimidos. Hay un montón de emociones juntas”, recordó el enfermero.
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A pesar de los golpes, Christopher agradece a Dios por no haber quedado completamente solo en la tierra y tener a su madre.
El joven cumplirá los 26 años el 10 de marzo y desde ahora piensa en cuánto extrañará la llamada de su padre todos los años, a la 1:38 a.m., para cantarle feliz cumpleaños. Lo hacía aunque su hijo estuviera trabajando en el turno de noche, como ocurrirá esta vez.
“Es duro y difícil. No hay cura, no hay psiquiatra ni médico que te ayude a pasar este dolor, solo hay que aprender a sobrellevarlo agarrado de la mano de Dios”, afirmó.