Valquirio era la pesadilla de un condominio en San Rafael de Alajuela, al punto que los vecinos planearon matarlo.
El indigente se metía en las cocinas a robar la comida, despedazaba las bolsas de basura y dormía encima de cualquier carro.
Este ser que fue abandonado, para sobrevivir empezó a hacer de las suyas. Más de una vez lo vieron hasta lamiendo algún plato mal puesto con restos de comida.
Los vecinos, hartos, buscaron la forma de deshacerse del pequeño misingo y propusieron jaulas para atraparlo y llevárselo lejos y hasta envenenarlo para acabar de una vez por todas con el pequeño delincuente del vecindario.
Entonces, David Peiró, uno de los tantos afectados dijo: "Un momento, ese gato yo lo adopto, lo rehabilito y lo doy e adopción”.
Dicho y hecho. El español se puso manos a la obra, tomó al gatico, le hizo un par de MacGyver bien buenos y el bandido es hoy un lindo y adorable gatico, al que todo el barrio quiere.
¿Cómo hizo para amansar al rebelde peludito?
Peiró dijo que lo primero fue acondicionarle un lugar en la casa para que ese espacio poco a poco pasara a ser su territorio.
"Los gatos no necesitan salir", aseguró.
Dentro del mismo campito le puso la camita, la caja de arena, agua y comidita.
"No son como los perros, que se la comen de un solo tiro, ellos saben regularse perfectamente", expresó Peiró. La salvada para el gatico es que David es un experto en conducta de animales.
“El gato se apega al territorio, no a la manada, por eso es solitario. No necesita de otros para comer, cazar, es muy diferente a los perros. Por eso, cuando se vio abandonado hizo destrozos. Buscaba comida, estaba tratando de hacer su espacio”.
El experto determinó que el gato había convivido con humanos durante un tiempo y esa conclusión fue indispensable para convertirlo de un gato terrible a uno dulce y amoroso.
“Si un gato pasó sus primeros siete meses viviendo con humanos y luego es abandonado, se puede socializar. Pero sino tiene contacto en ese período con la gente, nunca podrá convivir con humanos”, expresó.
Con Valquirio el caso era doblemente complicado, pues ya había otro gato en la casa. Por lo tanto debía estar aislado para que marcara su territorio y se acostumbrara.
“Al principio solo hay que dejar que los gatos se huelan, pero que no se toquen”.
Felicidad
Cuando ya Valquirio tenía bien marcado su territorio, llegó la hora de hacerlo feliz.
En tres semanas, cuando ya el peludito estaba reformado, le dieron permiso de salir del cuarto donde estaba y que conociera la casa, al otro gato, e incluso, a un perro propiedad de Peiró.
Pasado ese período, el gatico prefiere comer en su territorio y deja de buscar la jama en la calle.
Hoy vive feliz porque David no lo somete a errores que cometen algunos dueños de gatos.
“No lo saco a pasear. Es un error. Van amarrados y moviendo la cola, pero por miedo porque lo están sacando de su territorio. El gato es territorial a tal punto que a los humanos nos ven como parte del territorio”, dijo.
Tampoco lo intenta chinear o forzarlo a mimos.
“El gato tiene que venir a mí, yo nunca voy a él. Si se está dejando acariciar y quiere irse, lo dejo en paz”, explicó Peiró.
Imposibles de perder
David Peiró quería rehabilitar el gato para darlo en adopción. Una vez que lo curó, se lo regaló a una amiga y dio por concluida su tarea.
Sin embargo, un día recibió una llamada de su amiga diciéndole: 'el gato no está David. No lo encuentro, se fue por una ventana, perdón".
Entonces, Peiró fue a su ver su ventana y encontró al pequeño misingo como si nada.
"Suele ocurrir. Entendí que se quería quedar conmigo", dijo.