El papa Francisco, después del Año de la Misericordia, instauró la Jornada Mundial de los Pobres en la Iglesia católica, que por primera vez se celebrará el Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario o sea el domingo 19 de noviembre de este año.
La preocupación principal del papa es que todo bautizado lleve a la práctica la misericordia de Jesús y de manera concreta.
Según el reporte XXII del Estado de la Nación, en Costa Rica el número de personas pobres es de 1.137.881, de los cuales 374.185 viven en pobreza extrema.
Esos pobres tienen rostro de madres, padres, abuelos, abuelas, jóvenes y niños, que nos miran a los ojos buscando ayuda y en ellos debemos descubrir a Cristo.
Ante estos hechos podemos ser indiferentes como nos hace notar la parábola del buen samaritano en Lucas (10, 25-37); pero en el Evangelio de San Mateo (25, 31-46) se nos indica que nuestra respuesta a esa situación será el elemento para nuestra salvación: “Cuando lo hicieron a uno solo, el más pequeño de estos mis hermanos, a mí me lo hicieron” … o será motivo de condenación…. “cuanto han dejado de hacerlo a uno de estos, los más pequeños, tampoco a mí me lo hicieron”.
Ciertamente que la situación de pobreza aplastante de tantas personas nos hace sentir inadecuados para responder a sus necesidades, por eso el papa Francisco quiere que con esta jornada respondamos poco a poco.
En los barrios del sur de San José existen tantas situaciones de pobreza que nos interpelan y no podemos responder a todas, pero sí debemos ir dando pequeños pasos. Una de las pequeñas acciones que realizamos en nuestra parroquia, barrio Cuba, es un pequeño proyecto que se llama “Meriendas Milagrosas” para responder a las necesidades de nutrición de los niños en edad escolar, sabiendo que el hambre daña el desarrollo de su cerebro. Todos los días, a los niños más pobres que van a la escuela les damos una merienda y con algo en el estómago puedan concentrarse en su educación.
El amor a Dios debe reflejarse en el amor a los más pobres de nuestra sociedad. Colaboremos con nuestro granito de arena. Como dice el papa: “Los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”.