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En manos del Señor: Celebramos el Pentecostés

Padre Carlos Abarca, sacerdote de la parroquia de Santa Lucía de Barva

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Padre Carlos Abarca, sacerdote de la parroquia de Santa Lucía de Barva. Cortesía (Cortesía Carlos Abarca)

Pentecostés significa 50 días después de la Pascua y en ella revivimos la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia. 

Jesús nos ama tanto que no quiere dejarnos solos después de su ascención a los cielos. En una oportunidad nos dijo: "En la casa de mi padre hay muchas mansiones; yo me voy a prepararles sitio, porque quiero que donde esté yo, estén también ustedes" Juan 14:2.  Se refleja en este texto, plenamente su amor.

Pero antes de que partamos hacia esa casa eterna, y preocupado por nuestra alegría y felicidad terrenal Jesús promete la venida del  Espíritu Santo sobre toda la Iglesia. 

Esto lo contemplamos en el Evangelio de san Juan 14: 15-21: "Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre.

El Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán.

 En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes. ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él".

El papa Benedicto XVI nos dijo, en el 2012, lo siguiente sobre esta celebración: “Esta solemnidad nos hace recordar y revivir la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y los demás discípulos reunidos en oración con la Virgen María en el Cenáculo. Jesús, resucitado y ascendido al cielo, envió a su Espíritu a la Iglesia para que cada cristiano pueda participar en su misma vida divina y convertirse en su testimonio válido en el mundo.

El Espíritu Santo, irrumpiendo en la historia, vence a la aridez, abre los corazones a la esperanza, estimula y fomenta en nosotros una madurez interior en nuestra relación con Dios y con el prójimo”.

Hoy vamos a perdirle al Espírtu Santo que nos anime, que nos motive, que ilumine nuestro corazón para vivir siempre en la verdad, para ser valientes cristianos en todo momento y cumplir la vida sacramental de una manera plena.

"Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor".

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