Este 1 de agosto es el Día Mundial de la Alegría y, como es natural, habrá quienes no se sentirán alegres para festejar.
Los psicólogos coinciden en que la alegría es una emoción importante en nuestra vida, pero aclaran que no está por encima de las otras, como algunos grupos tratan de hacernos creer.
La psicóloga María Ester Flores señala que sería inhumano pedirles a los demás que siempre estén alegres o tratar de estarlo nosotros.
Paul Zamora, psicólogo especialista en risoterapia, hace de entrada una diferenciación entre la alegría y la felicidad.
“La felicidad es definida por muchos como un estado, un momento, la alegría es una emoción”, dijo.
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El psicólogo español Edgar Cabanas y la socióloga israelí Eva Illouz escribieron el libro titulado “Happycracia”, en el que señalan una tendencia mundial que arrastra a muchos.
“La happycracia promueve que la industria de la felicidad puede moldear a los individuos y hacer de ellos criaturas capaces de resistirse a los sentimientos negativos, de sacar el mejor partido de sí mismos controlando totalmente sus deseos improductivos y sus pensamientos derrotistas”, aseguran los autores.
La “happycracia” es, en esencia, un engaño.
El psicóanalista Sigmund Freud decía: “debemos dar espacio a todas las emociones porque nos sirven para diferentes momentos de la vida. Es bueno para su salud mental que usted se enoje de vez en cuando, que esté triste o alegre, porque si solo anda triste, el enojo se manifestará como una enfermedad como el estrés”.
Se vale no estar feliz
“Muchas personas nos han vendido que siempre debo estar feliz y no es así. La alegría me sirve ante una situación difícil, a tener la capacidad de enfrentar eso sin deprimirme o caer en estados de ansiedad.
“No es que (la persona) ande alegre todo el día, brincando, sino que ha aprendido que la vida son problemas y momentos difíciles, pero también es bonita y de momentos agradables”, añade Zamora.
¿Podemos hacer algo para sentirnos alegres pese a las circunstancias que nos rodean?
El psicólogo Zamora responde que hay una proporción emocional de 3-1: por tres emociones bonitas podríamos enfrentar una no tan agradable.
Opina que se deben potenciar todos los días emociones como la alegría porque eso nos va a ayudar a que cuando tengamos la menos favorable, contemos con los recursos internos para afrontarla.
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“¿Cómo se levanta usted cada mañana? ¿Enojado, alegre, preocupado?
“Muchas veces ese simple detalle afecta nuestro día y nuestras emociones. Si a usted le gusta el sol y amanece nublado, muchos de inmediato cambian su estado de ánimo y se quejan de la pereza que les da ese hecho afectando su alegría.
“Por eso es importante saber que esos son factores externos y que lo importante es tener el corazón contento, hacer ese esfuerzo interno para potenciar la alegría en nuestras vidas pese a las circunstancias”, agregó Zamora.
“Los niños son los potenciadores más fuertes de la alegría en la vida porque nos recuerdan que la vida es bonita.
“Por lo general andamos en ‘modo adulto’, pero debemos cambiar a ‘modo niño’ que sienten la alegría de vivir, cantar, reír”, añade el psicólogo.
Beneficios de la alegría
La alegría se nota y nos beneficia. Se le verá el rostro radiante, “contagia a otros de ese estado de ánimo, tendrá un corazón más saludable, ayuda en las relaciones con los demás, nos hace empáticos y hasta ayuda a su capacidad de resolver problemas porque el cerebro está más enfocado en lo que necesita estar.
“Tenemos salud física y mental. El doctor Mario Alonso Puig afirma que cuando estamos alegres nuestras células se cargan de energía positiva que sana cualquier parte de nuestro cuerpo que ande medio mal y nos abre la mente para crear sueños”, comentó María Ester Flores.
Además mejora las relaciones con la pareja, los amigos, la familia y los compañeros de trabajo en general.
“Debemos canalizar todas las emociones humanas porque todas se valen (amor, ira, tristeza, rencor), no podríamos evolucionar correctamente si no tenemos la adversidad que nos ayuda a crecer, nos fortalecen”, añadió Flores.
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Si se reprimen las emociones podrían aparecer enfermedades. Hay que hallar la forma de expresarlas,
“Los extremos no son buenos. Pese a mi dolor o tristeza puedo sonreír, saludar y trabajar sin que los demás sepan lo que vivo”, dijo la psicóloga.
Claro, también es posible buscar a personas de confianza con las cuales se pueda hablar de cómo nos sentimos.
La felicidad o la alegría no son obligaciones, como algunos grupos insisten. Está bien no estar bien todo el tiempo y entenderlo ayuda a nuestra salud mental.