Cuando Marcus Garvey llegó a Costa Rica por primera vez era un inmigrante más. Difícil de distinguir entre los cientos de miles de jamaiquinos anónimos contratados por la United Fruit Company. Once años más tarde, cuando pisó Limón por segunda vez, se había convertido en el líder más popular de las Américas.
En esos años creó la Asociación Internacional para el Mejoramiento del Negro (UNIA), una filial de enfermeras afrodescendientes, una empresa naviera (Black Star Line) y decenas de periódicos desde cuyas páginas se difundía su filosofía panafricana de igualdad y distribución justa de los recursos que caló hondo entre la población.
Actualmente, los ideales y la lucha por los derechos humanos de Garvey son reconocidos alrededor del mundo.
Garvey llegó a Costa Rica a principios del siglo XX con una propuesta de regresar a la tierra prometida –África– con miles de inmigrantes negros a bordo de naves de vapor de su compañía Black Star Line.
Pensó en usar sus barcos para llevar productos de América al oeste de África y devolverse con madera africana. Era un negocio redondo. En esos momentos toda África estaba colonizada por los europeos y él empezó a decir “África para los africanos, somos 400 millones, no pueden contra nosotros”.
Marcus Garvey inició sus luchas sin haber concluido la secundaria, pues tenía que trabajar para mantener a su familia. Al poco tiempo se convirtió en maestro de imprenta.
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Fue aprendiendo solo y siempre llevaba un pequeño diccionario en uno de sus bolsillos, pues le encantaba aprender al menos seis palabras todos los días.
Pulseador
Él fue quizás la primera persona en usar la palabra emprendedor (pulseador) al recomendarles a los negros limonenses que no confiaran en los blancos porque estos los podían traicionar, que mejor pusieran sus propias empresas y les dieran trabajo a los negros.
Y no se equivocó, pues los “blancos” que los habían traído a nuestro Caribe a trabajar en la construcción del ferrocarril y del tajamar eran los mismos que habían ordenado, en la ley del segundo contrato de la bananera en 1934, que los excluyeran de la fuerza laboral, permitiendo que se contratara solo 20% de mano de obra negra y prohibiéndoles que pudieran ir a buscar trabajo a la nueva bananera que se estaba iniciando en el Pacífico.
Eso dejó a un 80% desempleados.
“Ya la mitad de esos negros eran costarricenses porque nacieron en nuestro país, pero no se les reconocía su nacionalidad, sino hasta 1951 cuando José Figueres les permitió sacar la cédula y votar, como lo hizo con las mujeres”, explicó Anacristina Rossi, escritora e investigadora de la cultura negra.
Por esa discriminación no les quedó más remedio que emigrar y muchos lo hicieron hacia Estados Unidos, donde sí les permitían trabajar y mantener sus creencias espirituales y musicales, contrario a Costa Rica donde además les prohibieron hablar inglés y tocar sus tambores.