El Gran Vicio era el bar más antiguo de Chepe, se ubicaba en el Mercado Central de San José desde que abrió sus puertas en 1880 y tras 140 años de darle la bienvenida a quienes pasaban por la capital y hacían una parada técnica para refrescarse antes de continuar su camino, cerró sus puertas debido al covid-19.
Como todos los bares, la cantina josefina tuvo que cerrar desde marzo del 2020 por disposiciones sanitarias; sin embargo, en octubre, cuando se dio el banderazo para poder reabrir, sus legendarias puertas continuaron con candado.
Además de las dificultades económicas que generó la pandemia a muchos comerciantes por tantos meses cerrados, se sumó la muerte de don Francisco Lavagni el 4 de abril del 2020, a quien le pertenecía la patente de licores para su operación, lo que ha generado un inconveniente administrativo para su reapertura.
“Los lineamientos de salud fueron los responsables del cierre. Su horario de 11 a.m. a 6 p.m. la afectó más porque el titular del negocio murió en abril y no se ha tratado de hacer la reapertura, pero don Francisco era el albacea”, explicó Roberto Campos, administrador del mercado municipal.
La Teja conversó con Mario Zaldívar, quien se las sabe de todas todas en materia de bares, al punto que escribió el libro “300 cantinas antiguas de Costa Rica” y la noticia lo tomó por sorpresa.
“Eran tres cantinas contemporáneas La Novia, El Chompipe o El Indio como también le decían y El Gran Vicio que era la única que continuaba. Yo recuerdo las tres porque pasaba mucho por el mercado, desde muy chiquillo y recuerdo la actividad que tenía eso, siempre con ese estilo, que es único en el país”, contó don Mario.
El bar se ubicaba en el sector norte del mercado capitalino, sobre avenida primera, pero también tenía una puerta sur, a lo interno del mercado.
“Esas son las cantinas del mercado que tenían un estilo y una categoría de cantina muy especial. Esta está en la pura puerta de la acera”, recordó el autor.
Otra característica muy propia de esta emblemática cantina es que no tenía mesas, solo la barra.
Era tan angosto que solo daba para tener la barra y el orinal. Además de que mantenían sus paredes intactas, con los mensajes que sus clientes frecuentes habían plasmado en ellas y eran parte de su identidad.
“Cuando fui la última vez, antes de la pandemia, la familia estaba muy entusiasmada con el trabajo que estaban haciendo, le habían hecho algunas mejoras. Estaban muy identificados con el sistema de mantenerla como estaba, hasta los grafitis con los versos o alguna tontera. Salí de ahí en ese momento con mucha esperanza de que duraría mucho tiempo”, explicó Zaldívar.
Otra cosa que lo entusiasmó es que la persona que estaba era una persona joven, de unos 40 o 50 años y calculó que tendría cuerda para rato, pero con todos los problemas de la pandemia, se derrumbó.
De paso
Sobre cómo era el perfil de quienes acostumbraban visitar la cantina para echarse los tamarindazos, don Mario nos contó que era más populachona.
“Era una cantina muy popular, ahí en los últimos tiempos no había clase media. Desde los años 50 que la recuerdo cuando estaba chiquillo era lo que conocemos como una chichera, muy de pueblo que llegaba gente a tomarse el trago más barato que pudiera”, recordó Zaldívar.
La mayoría de clientes iban de pasada, se tomaban uno, dos, tres tragos y se iban, no eran de quedarse mucho.
Muchos de los trameros del mercado, eran clientes, era una cantina muy íntima y con una conciencia histórica de lo que representaban para el país.
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No fue la única
Don Mario nos contó que El Gran Vicio no fue la única que sucumbió ante la pandemia.
El Ballestero era otro de los icónicos bares josefinos que se resistía a morir, pero ya está hasta abandonado.
Hay varias cantinas viejitas que podrían heredar el título como Castillo, al final de Paseo de los Estudiantes, sobre avenida 14, calle 9 en San José que es como de principio del siglo XX, porque cuando él andaba recopilando los datos para su libro, ya rondaba el centenario.
El Buenos Aires, (106 años) ubicado al costado norte de la iglesia Santa Teresita, se está remozando para reabrir sus puertas, pero con el concepto tradicional que lo ha caracterizado durante todos estos años.
La Bohemia es de 1936, todavía le falta para cumplir el siglo.
Hay otras cantinas antiguas en los pueblos, pero pocas podrían ser centenarias, tal vez La Bicicleta en Cartago o El Mulo en Heredia.
Algunos que llegaron la cantina El Gran Vicio, cuando pasan frente a ella, dejan escapar una exclamación con su pesar porque la cerraron.
Y hasta se animan a preguntar cuándo la volverán a abrir, porque era un ícono del mercado.